LA FIGURA DEL DIABLO EN LAS CANCIONES DE LA MÚSICA VALLENATA
“De muy pocas cosas buenas en este mundo el diablo es causante. El vallenato es unade ellas, pese a que el fenómeno parece más producto de Dios que de Lucifer. Pero es que Dios, si bien es eterno, infinitamente bueno, sabio y poderoso, no es pícaro. Y el vallenato es, ante todo, picardía.”
David Sánchez Juliao
En la población de San Diego (Cesar) es
popular la historia, recogida con maestría en la composición del abogado y
escritor Alonso Fernández Oñate, Rey de la Canción Inédita del Festival
Vallenato en 1976, quien compuso un paseo costumbrista titulado El diablo de
San Diego, interpretado por Jorge Oñate y el acordeón de Emilio Oviedo,
acompañado por el grupo Los Guatapurí, el cual fue incluido en el álbum
Festival Vallenato, prensado en 1968.
Jairo Enrique Soto Hernández
Universidad del Atlántico
Barranquilla, Colombia
e-mail: jairosotohernandez@hotmail.com
DE CÓMO LLEGÓ EL
DIABLO
Una de las características culturales de
Latinoamérica es el sincretismo religioso, el cual se inició con la llegada de los españoles,
quienes traían su dios propio y se encontraron con dioses distintos del suyo y
con unos aborígenes cuya religiosidad no tenía nada que ver con los ritos,
íconos, símbolos y creencias del cristianismo. Pero, además de Dios, los
españoles también trajeron al diablo.
Cronistas y sacerdotes pretendieron desde
su llegada descubrir al demonio que traían consigo, para poder propagar la
doctrina del diabolismo en América, en contraposición al cristianismo que ellos
predicaban. Buscaron por todos los medios acusar a indígenas y afro
descendientes de prácticas satánicas, de un diabolismo traído e impuesto por
ellos. Esto explica el proceso consciente de satanización que sufrieron las
deidades de aborígenes y afroamericanos. Los colonizadores, sin entender la
lengua, las tradiciones, y mucho menos los conceptos abstractos de las
religiones americanas, determinaron que el diablo que ellos habían inventado y
atacado en Europa, ahora residía en América (Sánchez, 2007, p. 23).
Antes que el diablo de los colonizadores
llegara a América ya tenía una larga y amplia presencia en la cultura europea,
de dónde provenía. El diablo europeo fue transformado por la cultura indígena
de tal manera que resulta irreconocible. Indígenas y afroamericanos no
encontraron obstáculos para adaptar el simbolismo cristiano a sus propias
maneras de ver e interpretar su mundo. Es probable que no comprendieran del
todo los nuevos símbolos, pero los adaptaron a sus necesidades.
El diablo, como personaje festivo, tiene
presencia en casi todo el territorio latinoamericano; casi siempre aparece
danzando y cantando. Lo han visto en ceremonias de la Semana Santa, en la
fiesta del Corpus Cristi y en todo carnaval o fiesta popular que se realiza por
estos lares.
En el Caribe colombiano, desde la época
colonial, frailes y sacerdotes atemorizaban a los indígenas y afro
descendientes con historias de demonios que atormentarían sus almas en el
infierno como una estrategia para obligarlos a obedecer los principios del
cristianismo.
El miedo al diablo constituye la
experiencia más temida, la más terrible de todas las experiencias
atemorizantes. Ante su presencia, no hay otra reacción distinta de la
paralización o la huida despavorida. Sin embargo, para los afro descendientes,
la connotación de lo satánico era muy diferente del diablo traído por los
cristianos; a propósito de lo cual Michael Taussig (1979) sostiene que para los
esclavizados el Diablo no significaba necesariamente ni el Mal encarnado, ni “un espíritu vengador, sino una figura de
regocijo; un poderoso bufón” (p. 366).
A través del caso específico del Caribe
colombiano es posible encontrar una apelación a la figura del diablo como una
paradójica necesidad de salvaguardia de los valores cristianos. Andrés Isaza
Gil (2008) afirma que el demonio como personaje está ligado a la noción de
pecado, el cual, a su vez, en la cosmovisión cristiana está relacionado con la
idea de sanción. El diablo, entonces, es funcional al sistema cristiano del más
allá como un mundo bipolar de premio y castigo. Según esta perspectiva, este ser supramundano
refuerza el proyecto de Dios para con los hombres.
La del diablo es una figura mítica
bíblica, por su origen y desarrollo no puede desligarse del lenguaje religioso;
según la concepción judeocristiana, está relacionado con el origen mismo de la
humanidad. En torno al diablo se han escrito discursos trascendentes y
respetables, y de hecho, ni su presencia, ni la iconografía demoniaca, ni la
imaginería respecto a él tienen un carácter exclusivamente popular, han sido
históricamente más bien las élites eclesiásticas, sociales e intelectuales de
la cultura occidental las que han contribuido, y quizás mucho más que el pueblo
campesino, a la consolidación y expansión del mito diabólico originario y
bíblico (Delumeau, 1989, p. 89).
En el Caribe colombiano sabemos de la
apariencia del diablo gracias a la iconografía que de él hicieron los
sacerdotes católicos durante la Colonia: de sexo masculino, con elementos
zoomorfos como cuernos, pezuñas o rabo, y acompañado de un intenso olor a
azufre.
A través de distintas manifestaciones de
la cultura popular, con la figura del diablo, la Iglesia católica pretendió,
valiéndose del poder de la intimidación, defender los principios básicos de la
doctrina, la santificación de las fiestas, la necesidad de la oración, el
riesgo que representan para el alma las diversiones y los placeres mundanos.
La presencia más remota de la figura del
diablo en el imaginario popular del Caribe colombiano la encontramos en la
primera etapa del período colonial en danzas tradicionales, en las cuales la
representación del diablo se convirtió en uno de los ejes de la fiesta del
Corpus Christi, celebración cuya meta principal fue mostrar el Mal para
confrontarlo con las fuerzas del Bien, a fin de que este último triunfe. Las
“danzas de diablo” fueron entonces una teatralización y puesta en escena de un
texto dramático de oposición de contrarios: Dios-Diablo, Bien-Mal. En términos
de la cosmovisión del catolicismo, el diablo es el polo que simboliza lo Malo y
lo opuesto al Bien, en su máxima expresión, Dios.
El diablo llegó a la cultura popular del
Caribe colombiano para quedarse. Permanece en ella a través de cuentos,
chistes, dichos, refranes, música, leyendas, danzas y disfraces. Basados en su
rivalidad con el Bien, construimos nuestro sistema de valores (Leibrandt,
2007). Con historias de demonios se atemorizaba a indígenas y
afrodescendientes, como estrategia para obligarlos a obedecer los principios
del cristianismo.
EL DIABLO EN LA
CULTURA VALLENATA
Diablos, duendes, brujas, fantasmas,
mandingas, espantos, malignos y aparatos han sido fuente de inspiración de
muchas canciones de la música vallenata, la mayoría de ellas en ritmo de
merengue, por ser el que mejor se adapta al estilo jocoso que las caracteriza,
y además, porque después del paseo es el aire más comercial.
La leyenda de “Francisco
el Hombre”
Una de las leyendas fundacionales de la
música vallenata es la historia del enfrentamiento entre el legendario
personaje Francisco “el Hombre” y el diablo, duelo que se prolongó por varios
días y solo pudo ser resuelto cuando Francisco “el Hombre” derrotó al demonio
cantándole el credo al revés.
Casi todos los investigadores sobre la cultura vallenata se han referido a la
leyenda de Francisco “el Hombre”: Julio Oñate Martínez, Consuelo Araujonoguera,
Peter Wade, Óscar Ariza Daza, Tomás Darío Gutiérrez, Jaime Mejía Duque, Abel
Medina Sierra, Carlos Ariza Romero , Rito Llerena, Luis Cerro, Lázaro Diago y
Ciro Quiroz, entre otros, quienes han tratado de descubrir, explicar y
difundir, con fundamento en investigaciones hechas con base en la tradición
oral, el hecho cultural que le dé a la provincia de Padilla la identidad y el
deseado sentido de pertenencia.
Las versiones acerca de la leyenda de
Francisco “el Hombre” varían de acuerdo con el escenario geográfico local;
desde La Guajira hasta el Magdalena, pasando por el departamento del Cesar, la
leyenda es reclamada como propia por habitantes de cada uno de estos
territorios. En La Guajira y el Cesar, Francisco “el Hombre” es la encarnación
de Francisco Moscote Guerra; en un sector del Cesar se le adjudica a Pedro
Nolasco Martínez y en el Magdalena es el acordeonero plateño Francisco
"Pacho" Rada Batista.
A propósito de esta última versión,
Alberto Hinestroza Llanos (1992) en su obra
Remembranzas de una historia: “Pacho” Rada, vida de Francisco el Hombre
recoge las palabras del juglar plateño referidas a su protagonismo en la
leyenda.
(…) personalmente nunca he querido tomarme el crédito o exigir que me llamen Francisco “el hombre”. Fue mi tío Manuel Rada quien en 1916 me bautizó como Francisco “el Hombre”, al ver que yo tenía acciones de hombre, a pesar de mi corta edad. Se sorprendía que tocara el acordeón mejor que muchos adultos (p. 18).
Sin embargo, en el mismo libro de Alberto
Hinestroza “Pacho” Rada cuenta de un supuesto encuentro suyo con el diablo en
una ocasión en la que lo llamaron para amenizar una fiesta en la finca Vijagual, la cual se prolongó por varios
días. El juglar narra de la siguiente
manera lo sucedido:
Ensillé la bestia, y con una botella de ron inicié el regreso a mi hogar que estaba como a dos horas de camino. La bestia conocía casi de memoria el recorrido, de manera que muy pronto nos adentramos a la misma montaña. A eso de las once de la noche, escuché, no muy lejos, la música de un acordeón que interpretaba muy bien un “son”. En primera instancia creí que era Ventura Díaz o Juan Tapia, mis alumnos, ya que por tradición en esa época se presentaban los músicos a las fiestas para relevar después de varios días a sus compañeros. Me bajé de la bestia, saqué mi acordeón y me empujé un trago de ron, y apenas escuché que terminaba la pieza le conteste con una melodía mía, para que supiera donde me encontraba. Terminada mi interpretación me contestaron con otro “son”, que se oía más cerca, y volví a responder. Pero lo curioso del caso es que ni escuchaba pasos de caballos cerca, ni veía a nadie; solo oía la música del acordeón, y quien fuera que tocara volvió a contestar. Ahí sí que sentí pánico; se me erizó el pelo y guardé mi acordeón. Le puse las espuelas a mi bestia. Y más rápido que ligero busqué llegar a la casa, para hablar con María Ospino. Cuando le narré aquella horrible experiencia, ella se quedó mirándome de arriba a abajo y me dijo: “Estás tan enamorado de tu acordeón que hasta borracho escuchas su música. Seguro te empautaste con el diablo; mejor vete a acostar”. Después de ese incidente, la gente me decía que eso me había pasado porque algún mal querían echarme. Otros aseguraban que aquello era obra del propio Satanás, disgustado porque no quería componerle alguna canción en su honor. En aquella época esos comentarios me parecían lo más natural, y sin darme cuenta se fueron corriendo de boca en boca, de manera que, como siempre ocurre, cada persona le agregaba o le quietaba detalles a la historia. Eso sí, lo bueno de todo es que siempre me colocaron como el vencedor de la batalla (Hinestroza, 1992, p. 26- 27).
Muchos han narrado en diferentes
versiones y maneras esa supuesta batalla de Francisco “Pacho” Rada con el
diablo, pero la verdad es que él no aceptó nunca haber visto al diablo “en
persona, es decir, así como lo pintan con cachos, rabo y tenedor”. Lo cual es
reafirmado en la entrevista concedida por “Pacho” Rada al escritor Rito Llerena
(1985), publicada en el libro Memoria cultural del vallenato, en la cual el
juglar responde a la pregunta: ¿La gente
habla, comenta que usted tuvo un encuentro con el diablo?, en los siguientes
términos: – “Usted sabe que la gente comenta; sí, la gente a todo le pone más
de lo que es la historia. Yo nunca toqué con el diablo, no puedo echá esa
mentira de decí que yo me encontré con el diablo” (p. 121).
En la población de El Paso (Cesar) se
cuenta la historia del acordeonero Pedro Nolasco Martínez, de quien se dice
derrotó al diablo, al igual que Francisco Moscote Guerra y Francisco “Pacho”
Rada, interpretando en acordeón del credo católico como contundente elemento
para dirimir el conflicto. Este tema ha sido abordado por varios investigadores
culturales del Caribe, cada uno de los cuales ha dado su versión acerca del
pugilato entre Lucifer y el acordeonero pasero, los cuales presentamos a
continuación.
En el libro Vallenato, hombre y canto,
escrito por Ciro Quiroz Otero (1983), sin lugar a dudas una de las
investigaciones que más aporta al conocimiento de esta música, especialmente en
lo relacionado con los posibles orígenes del vallenato a partir de los cantos
de vaquería, el autor narra la historia del enfrentamiento que sostuvo Pedro
Nolasco Martínez con el diablo de la siguiente manera:
(…) El encuentro de marras ocurrió un lunes por la mañana, cuando Nolasco venía de tocar de El paso y viajaba para Chimichagua por el camino de la “Ceibita”. Sonaba el acordeón sobre su burro y al cruzar un rastrojo escuchó el sonido magnifico de otro músico. Nolasco sabía que él era el mejor de la tierra, de manera que apresuró el paso y se trenzó en arriesgado duelo con el forastero que lo había incitado (…) Una pieza tocó y con otra respondió el Maligno y las melodías se fueron intercalando. Sintiéndose perdido, Nolasco recordó que el diablo temía a las oraciones y comenzó entonces la improvisación en la que utilizó como letra el texto del Credo (p. 171).
Otro investigador que aborda y recrea
este legendario episodio es Luis Cerro Córdoba (2007), quien en Crónicas de El
Paso, obra de incalculable valor para la cultura del Caribe, duda de la
veracidad del relato de Pedro Nolasco y relata de la siguiente manera lo
sucedido:
Pedro Nolasco, que se mantenía en un
constante contrapunteo con José Antonio Serna y otros tantos acordeoneros,
experimentó una contienda con el diablo, a través de una pesadilla en las
siguientes circunstancias:
Un 26 de abril por la tarde, salió Pedro Nolasco del pueblo de El Paso, montado en su burro, hacia el hato La Ceibita, donde se desempeñaba como capataz de corral, con su acordeón acomodado por las piernas, después de haber permanecido dos días y dos noches sin dormir amenizando la fiesta de San Marcos Evangelista. Obviamente al alejarse del pueblo, viajando por el camino solitario, Nolasco sucumbió al temor de enfrentar al diablo, puesto que él se consideraba sobresaliente ante los demás acordeoneros de la región.
Mientras avanzaba, temeroso por aquella lóbrega ruta, Nolasco fue vencido por el sueño y el cansancio y mientras viajaba dormido sobre su burro, el subconsciente le reflejo el temor y empezó a soñar que estaba enfrentado en una piquería con el diablo y mientras hacía esfuerzos para interpretar la oración del credo en su acordeón, se cayó del burro y la postración de la pesadilla lo inmovilizó hasta el otro día que lo levantaron sus compañeros de trabajo y durante el resto de su vida continuo diciéndole a la gente que había sostenido una piquería con el diablo (p. 79-80).
La versión de la confrontación de Pedro
Nolasco Martínez con el demonio fue recreada por Samuel Martínez Muñoz en su
composición musical El Maligno, registro en la voz de su autor que se mantiene
gracias al trabajo de Ocora - Radio France en el álbum Colombie, le vallenato, la nuit production, grabado en la voz de
los propios juglares, mientras se filmaba el documental "Où Chantent des
accordéons, la Route du Vallenato - Film Festival - Voyage en Colombie" en
septiembre de 1996, cuya letra transcribimos a continuación:
El Maligno
Eso es cosa que sofoca
de tarde o de mañanita.
Eso es cosa que sofoca
de tarde o de mañanita
Me encontré con el
Maligno
de El Paso pa’ La
Ceibita.
Me encontré con el
Maligno
de El Paso pa’ La
Ceibita.
Pero na’ me ocurrirá
si viene el Diablo a
tocá.
Le rezo el creo y se va
y un padrenuestro na’
ma’.
Sin lugar a dudas, de todas las versiones
del enfrentamiento en duelo de acordeón entre el diablo y Francisco “el
Hombre”, quien a la postre resultó vencedor interpretando en su acordeón el
credo al revés, la de Francisco Moscote Guerra es la que goza de mayor
divulgación y trascendencia.
De ella se han recreado variadas
narraciones, siendo el premio Nobel Gabriel García Márquez (1982) quien la
universalizó en la novela Cien años de soledad. En ella narra la llegada de
Francisco “el Hombre”, un anciano trotamundos de casi doscientos años que con
frecuencia visitaba Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo,
en las cuales relataba con detalles las noticias ocurridas en los pueblos del
Caribe:
Francisco “el Hombre”, así llamado porque derrotó al Diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo. Aureliano encontró a Francisco el Hombre, como un camaleón monolítico, sentado en medio de un círculo de curiosas. Cantaba las noticias con su vieja voz descordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló Sir Walter Raleigh en la Guayana, mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre (p. 23).
Por su belleza narrativa, destacamos la
versión de la leyenda de Francisco “el Hombre” del maestro Rafael Escalona
Martínez (2000), quien dibuja una hermosa postal costumbrista al narrarla.
Otra versión de la leyenda de Francisco
“el hombre” la reseña el escritor sucreño Jairo Mercado Romero (1995) en su
obra Literatura Oral del Caribe colombiano, trabajo publicado por la
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, con el cual obtuvo mención de
honor en el premio nacional convocado por el Instituto Colombiano de Cultura
(Colcultura) en la modalidad “literatura oral, negra y raizal” en 1993.
Uno de los trabajos más serios en
búsqueda de las huellas de la historia de Francisco Moscote Guerra es la
investigación publicada por el Fondo Mixto para la Promoción de la cultura de
La Guajira titulada Francisco el Hombre: leyenda y realidad, del historiador
bolivarense, radicado hace muchos años en Riohacha (La Guajira), Lázaro Diago
Julio (2011), quien en el capítulo VI (“El Diablo y algo más”) sustenta la
tesis de la fantasía del famoso duelo del diablo y Francisco “el Hombre”.
Además de ser muy contada, la leyenda de
Francisco “el Hombre” se ha convertido en motivo de inspiración para nuestros
juglares, de manera que son muchas las composiciones musicales referidas al
legendario enfrentamiento en duelo de acordeones, en el cual el diablo sale
derrotado.
Yo vengo de tierra lejana
soy un diablo desatao.
Prepárate, Francisco el Hombre,
que te tengo acorralao.
Y Francisco sentenció:
Muy diablo puede sé
no me tiene acorralao
por ser diablo desataote
rezo el credo al revé.
(Palacio, citado en Quiroz, 1983, p.
169).
En 1970 Luis Enrique Martínez,
popularmente conocido como “el Pollo vallenato”, grabó para el sello Costeño de
Codiscos el álbum El Gran Vallenato, en el cual incluyó la puya de su autoría
Francisco “El hombre”.
Francisco el Hombre fue
el hombre (bis)
de la puya y el merengue
(bis).
Solo ha quedado el
renombre
de su historia y sus
saberes (bis).
Francisco el Hombre en
Galán (bis)
dejó un recuerdo infinito
y todos recordarán
todo lo que fue
Francisco (bis).
Que tocaba puya
tocaba merengue (bis).
Bailaban mujeres alegres
y muy saramuya (bis)
y muy saramuya ¡ayyy!
Bailaban la puya ¡opa! y
muy saramuya ¡uy! bailaban la puya.
Después de Francisco el
Hombre (bis)
en Fonseca fue Luis
Pitre.
Después de Francisco el
Hombre en Fonseca fue Luis Pitre.
¡Ombe! tuvo su renombre
según la historia lo dice (bis).
Tocaba la puya
tocaba merengue (bis).
Bailaban mujeres alegres
y muy saramuya (bis)
y muy saramuya (¡ayyy!).
Bailaban la puya
(¡ueee!) y muy saramuya (¡ayyy!) bailaban la puya (¡anda!).
El
barranquillero Alberto Pacheco Balmaceda, Rey profesional del Festival de la
Leyenda Vallenata en 1971, compuso el merengue Francisco el Hombre. Este canto
del folclor caribe fue incluido en el álbum Homenaje a Alberto Pacheco, el cual
fue prensado para el sello Sonolux en 1983.
Francisco “el
Hombre”
Señores, yo soy el
hombre
El del acordeón terciao
Soy el hombre de
renombre que de lejos ha llegao.
Y si el Diablo se
aparece,
digo en mi
improvisación,
que se encomiende y rece,
si es que sabe de
oración.
Yo le cantaré otra vez
exprimiendo mi acordeón.
Si es muy tesa la
cuestión
le
canto el credo al revés
El compositor y cantautor Luis José
Ramírez Gutiérrez, “el Checa”, nativo de la Paz (Cesar), es el autor e
intérprete de la canción Francisco “el Hombre” y su credo al revés, reseñada
por Carlos Ariza Romero (2008) en su obra La alegoría del diablo en la canción
vallenata, quien afirma:
El encuentro de Francisco con el Diablo es un testimonio de Fe Católica, gracias al cual, argumenta que Francisco “el Hombre”, hábilmente le tendió una trampa al Diablo que consistió en invertirle el “Credo”, de tal suerte que su contrincante automáticamente y de manera desapercibida, le replicase al derecho, con lo cual el diablo estaría rezando “El Credo” al momento de contestarle a Francisco (p. 31).
Francisco “el
Hombre” y su credo al revés
Cuanta la historia que
existió un juglar
Muy connotado aquí en
nuestra región
Que se paseaba tocando
acordeón
Y con sus versos se
hacía respetar.
Era Francisco, Francisco
el Hombre
Que hizo leyenda al
derrotar
Todo el hechizo, la
magia enorme
De su enemigo el gran
Satanás
Y con fe en Cristo “el
rey de los hombres”
Invirtió el credo y empezó
a versear (credo al revés).
Allí el demonio en la
trampa cayó
Porque al derecho quiso
replicar
Qué tarde fue cuando
cuenta se dio
Que al mismo Dios le
empezaba a rezar (bis).
Cuenta es historia que
Francisco el hombre
Fortaleciendo su fe en
el Señor
Persiguió al diablo
tocando acordeón
Y este aterrado en el
fuego se esconde.
Pero Francisco,
Francisco el Hombre
Perseverante por
condición
Rezó cantando y tocó con
goce.
La melodía del Amor Amor
Verso tras verso de
contragolpe
Al revesino siguió su oración.
Allí el demonio
desapareció
Y la humareda se perdió
en el aire
Pero Francisco nunca se
confió
Y terminó el duelo con
esta frase:…
El credo al revesino y en jerigonza se canta de la siguiente manera:
Pactos con el
diablo
El pacto con el diablo es uno de los
elementos más arraigados en la historia de la relación del diablo con el
hombre. Casi siempre es la codicia por el poder, el dinero o la curiosidad por
saber lo que seduce al humano. En el pacto, el hombre le vende su alma al
diablo para recibir a cambio riqueza, poder, talento, poderes mágicos u otros
dones (Leibrandt, 2007). Este tipo de pacto en sus muchas variantes es una
constante en cuentos y narraciones populares en el Caribe colombiano.
Con el deseo de poseer un poder
sobrenatural, de ejercer un cierto dominio sobre lo mundano, el hombre
establece una alianza, un pacto, con el demonio con el cual se contraen,
teóricamente, obligaciones de parte y parte.
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha
tenido la disposición para negociar con
los dioses y los espíritus, incluso con los malvados; lo hace en busca de
mejorar sus condiciones de vida en la tierra. Es así como realiza pactos y
ofrendas para conseguir riqueza, poder, salud, bienestar, sexo o fama, a cambio
de entregar el alma a quien logre concederle sus peticiones.
En el pacto con el diablo, es el sujeto
quien lo solicita a cambio de su alma, y como contraprestación recibe, según lo
intereses de cada cual, dinero y riquezas, habilidad en la ejecución de
instrumentos musicales y para el baile, éxito con las mujeres, suerte en los
juegos de azar, etc.
A propósito de pactos con el diablo,
Carlos Ariza Romero (2008) en su obra Alegoría del Diablo en la canción
vallenata afirma que (…) al Diablo no le gusta hacer pactos con personas indigentes
o personas de precaria condición económica, como tampoco con los asalariados y
ventajistas sino con gente responsable, de excelente relaciones públicas
adineradas y emprendedoras (p.51).
Un pacto con el
diablo en versión de Hernando Marín
Quizá, la mejor descripción de un pacto
con el diablo lo encontramos en el cancionero de la música vallenata. Vale la pena recordar la canción La bola e´
candela, interpretada por Peter Manjarrés con el acompañamiento del rey
vallenato Sergio Luis Rodríguez, incluida en el volumen n˚ 1 del álbum ganador
del Grammy latino Sólo Clásicos, autoría del desaparecido compositor Hernando
Marín Lacouture (1944 - 1999), guitarrista y cantante, nacido en el
corregimiento de El Tablazo, en el municipio de San Juan del Cesar (La
Guajira), y quien murió en un trágico accidente en carreteras del departamento
de Sucre.
En la composición que transcribimos a
continuación se relata con maestría la historia de un ganadero que hace pacto
con el diablo para recibir riquezas a cambio de la vida de los trabajadores de
sus fincas. En el Caribe, la gente aferrada en sus creencias les atribuye estas
mismas versiones de los pactos con el diablo a las personas que se destacan en
el ámbito productivo y mejoran significativamente sus condiciones de vida
económica.
La bola e´
candela
Vengo a contarles la
historia
de cosas que pasan en
nuestra región.
Hay muchos que creen en
el Diablo
que piden dinero con la
condición
que le entrega un
trabajador todos los años
el distinguido, que
entre todos sea el mejor.
Y el Diablo dice que
cuida’ o con un engaño
que su dinero nunca
cambia de valor.
En esta primera estrofa se describe en
qué consiste el pacto con el diablo y las condiciones para que el acuerdo se
lleve a feliz término. Luego, el compositor ubica geográficamente el hecho que
va a narrar en la hacienda Convención, y más tarde enumera los beneficios
obtenidos con el pacto:
La gente decía que allá
en Convención
siempre se perdía al año
un trabajador.
Yo no quiero trabajador
yo quiero es a Jorge
Dangond.
Como en el cielo y en la
tierra
no se oculta nada,
póngame atención.
Dicen que aunque no
lloviera
la mejor cosecha salía
en Convención.
Pero una vez se presentó
una polvareda
todo era oscuro aunque
afuera estaba el sol
y de repente llegó una bola
‘e candela.
Decía la bola: “¿Dónde
está Jorge Dangond?”
La gente corría con
miedo y pavor
y el Diablo decía: “No
quiero trabajador
no quiero trabajador /
yo quiero es a Jorge Dangond”.
Jorge le preguntó al
Diablo:
“¿Por qué está tan
guapo?, ¿qué quiere de mí?”
y al Diablo le crecían
los cachos
echaba candela y se
ponía a reír.
“Es que no quiero más
gente de tu trabajo
yo quiero un rico, de
tantos que hay por ahí”.
Le dijo Jorge: “Yo te
traigo un primo hermano
que usted conoce, es
Rodrigo Lacouture”.
Y el Diablo le dijo:
“¡Ay no, por favor!
Tráigame otro primo,
porque ese es un vividor”.
Yo lo conozco es vividor
(bis)
Porque Rodrigo es
vividor
(Marín, 2008).
Hernando Marín utiliza la ironía, la risa
y la caricaturización del diablo, quien se muestra molesto por el engaño; es
decir, lo presenta como un ser muy poderoso, engañado por la astucia de un
ganadero que le cambia riqueza por trabajadores; todo ajustado al rito
contractual. Se produce una compraventa en la que el ganadero, a cambio de conseguir
bienes materiales, paga siempre el mismo precio: su alma. Lo anterior se
reafirma en el texto Las canciones vallenatas como sistema de interpretación
del mundo. El sustrato mítico en “La bola é Candela” de Hernando Marín, del
investigador Oscar Andrés Ariza Daza (2006) cuando sustenta que:
La transposición de valores es lo que permite establecer a través de la burla una crítica a los elementos modernos, así la imagen del diablo todopoderoso es cambiada por la de alguien engañado y la del hombre se configura como la de un “vividor” que engaña a todos y a quien el mismo diablo le teme. La transposición de valores y la caricaturización del diablo, que a pesar de su furia no logra impresionar a Jorge, es lo que nos permite ver cómo en el texto se instaura una forma de evaluar el mundo a través de la subversión de la norma, la presencia de la risa y la ironía, elementos constitutivos de la carnavalización (p. 5).
En opinión del investigador Carlos Ariza
Romero (2008),
(…) La genialidad de este trovador guajiro consiste en haber revivido el canto de leyenda, poniéndole música al cuento realidad, conjugando lo histórico con lo imaginario, lo cual puede verse como una forma de realismo mágico en el paradigma del universo macondiano (…) (p. 50).En conclusión, podemos afirmar que detrás de los llamados “pactos con el diablo” se muestra una crítica de las sociedades campesinas frente a las desigualdades económicas con sus patronos. Era una manera de estigmatizar al nuevo rico y asumir que su dinero estaba relacionado con el diablo.
EL DIABLO HECHO CANCION
En el Caribe son reconocidas
composiciones como: Encuentro con el diablo, del compositor nacido en
Chimichagua (Cesar) Camilo Namen Rapalino, personaje alegre y agradable, quien
cuenta una historia jocosa sucedida en algún lugar del Caribe, en la cual narra
un episodio real que le ocurrió luego de sufrir un accidente de tránsito:
Me dirigía desde Fundación para Santa
Marta; ejercía en ese entonces como concejal del municipio de Fundación y ese
día me habían elegido presidente del Cabildo. Salí en compañía de un primo y
nos accidentamos. Como yo lo veía muy mal, lo llevé al Hospital San Juan de
Dios en Santa Marta. Cuando llegamos allá me privé y duré inconsciente, y la
radio comenzó a dar la noticia de mi muerte. Cuando desperté compuse esa
canción.
Esta joya del folclor del Caribe se hizo
célebre en la voz de Alfonso “Poncho” Zuleta, acompañado por el acordeón de Emiliano Zuleta, quienes la
incluyeron en el álbum El Cóndor Legendario, prensado para el sello CBS en
1977, la cual transcribimos a continuación:
Encuentro con el
diablo
Me dicen que el tres de
noviembre
la radio una noticia dio (bis).
Y así lo gritaba la
gente
un parrandero bueno se murió (bis).
Y San Pedro conmigo fue
indiferente,
y llegando a la puerta me rechazó.
Me dijo: “Parece usted
mala gente,
déjeme consultar esto con Dios” (bis).
Me quedé esperando la
respuesta.
Me sentía bastante
preocupado
y me dijo: “Aquí Dios no
lo acepta
porque usted ha cometío
muchos pecados”.
Me mandaron derecho pa´
onde el Diablo
y tampoco me quiso abrir la puerta (bis).
Cuando iba saliendo me
dijo un diablito:
“El Diablo que se vaya
pa´ la tierra
Porque usted todavía
está jovencito
y que siga su vida parrandera”.
Camilo Namen nos contó la manera como lo
impacto lo sucedido. “(…) despertarme en un cuarto de hospital, y conocer de
las noticias de mi muerte, e incluso leer los mensajes con las primeras
manifestaciones de condolencias por mi fallecimiento, fueron las primeras
imágenes inspiradoras para esta creación”. Quizá una de las más parranderas del
cancionero popular del Caribe. La desbordante imaginación del compositor lo
llevó a contemplarse en pleno juicio final, respondiendo por sus actos en la
tierra. “Aquí Dios no lo acepta, porque usted ha cometío muchos pecados”, le
dijo San Pedro, condenándolo al infierno. “(…) ahora sí la vaina se puso
maluca, pensé; con la sorpresa que en ese lugar tampoco fui bien recibido, pues
para el Diablo mi condición de joven y parrandero eran bien vistas, e inclusive
me utilizo para traer unos mensajes para un grupo de amigos”:
Le dice a Poncho Cotes y
Andrés Becerra
Que aquí lo esperamos
ligerito
que se traiga a Escalona
y a Emilianito
pa que empiecen a pagar
su condena
y al negro Amarís y a
Juanchito
que pa´ ellos están
listas sus penas” (bis).
Y después del sustazo
que me llevé
por todo lo que estuve
pasando
en el San Juan de Dios
desperté
con ganas de bebé y
seguí gozando.
Pero yo no sé cómo van a
hace
esa gente que el diablo
está esperando
y si no se corrigen van
a ve
el vainazo que les va a
echa ese diablo
que ya yo mi problema lo
arreglé
porque de la tierra más
nunca salgo (bis).
El mismo juglar, Camilo Namen Rapalino,
compuso un merengue muy alegre, una verdadera alabanza a la soltería, titulado
El libre, en el cual compara al matrimonio y la condición de casado con el
demonio. Este merengue fue grabado por Jorge Oñate con el acompañamiento del
conjunto de los Hermanos López e incluido en el álbum Bodas de Plata en 1973.
El Libre
(Fragmento)
Como me gusta bebé y
parrandiá
a mí no me gusta el
matrimonio.
Si yo me caso me sale el
demonio
no tomo trago ni puedo
cantar.
El maestro Alonso Fernández Oñate con
gran imaginación relata lo sucedido en tierra sandieguera con la aparición del
diablo y presenta una iconografía diferente del demonio: sin cuernos, sin llama
en la boca, ni fuego en los ojos, y lo
muestra como un apuesto caballero que acudió al llamado de dos borrachos que en
medio de la juerga lo invocaban de manera reiterada y lo retaban a demostrar su
existencia: a quienes se le aparece y se toma un trago con ellos. El texto de
ese paseo es el siguiente:
El Diablo de San
Diego
Creo que fue en San
Diego
donde me dijeron que
había aparecido
un Diablo sin cuernos,
sin llama en la boca
ni fuego en los ojos,
en montura blanca, con
espuelas de oro,
y algo presumido,
a cumplir la cita que le
hacían
dos hombres borrachos y
atrevidos.
“Si el Diablo existe que
venga
para que se tome un
trago”.
Otro dijo renegando:
“¡Eso es para los
pendejos!”
Así, diciendo y llegando
el apuesto caballero
“¡Vengo a que me den el
trago
y a ver quién es el
pendejo!”
Todos asustados cayeron
al suelo.
Sin conocimiento se los
llevó el Diablo
corriendo y volando en
ancas al monte.
Entre llanto y ruegos le
pedían al Diablo
que los perdonara
y se arrodillaban
para convencerlo que
eran hombres buenos.
Entonces les dijo el
Diablo:
“¡Déjense de esa
idiotada!
No los quiero en el
infierno
porque no sirven de
nada.
Si mis pailas lo
aceptaran
tal vez me los llevaría
y a este pueblo lo
libraba
de todas sus herejías,
de tanta fanfarronada
y de tanta cobardía”.
Otra composición vallenata en la cual se
le atribuye al diablo la facultad de hacernos empedernidos parranderos, capaces
de olvidar hasta de la familia, es la pieza musical creada por Francisco
“Pachito” Rada Ortiz –quien nació el 15 de octubre de 1934 en El Difícil
(Magdalena), producto de la unión del juglar Francisco “Pacho” Rada con Blanca
Ortiz Zambrano– titulada El diablo es molestoso, en la cual el Maligno utiliza
la parranda como medio de perdición. Esta obra musical fue interpretada por el
juglar Enrique Díaz, quien la grabó en 1980 y, además, utilizó el nombre de la
canción para titular el “long play”.
La composición de “Pachito” Rada tuvo
como fundamento la tesis de que el diablo popularmente es considerado un
omnipresente acompañante del hombre, un seductor sin escrúpulos, un ser que
siempre encuentra una víctima a la cual intenta arrastrar hacia la perdición,
un corruptor que como ningún otro conoce los lados débiles del hombre. A
continuación transcribimos la letra de la referida pieza musical:
El diablo es
molestoso
Creo que es el diablo el
de esos pensamientos
Que el hombre deba
gastar su dinero (bis).
Con aquellos amigos
pendencieros
Que creen que la
parranda es todo el tiempo (bis).
El que trabaja sí debe
gozar
Pero no hay gozo en
vivir parrandeando (bis).
El hombre debe tomarse
los tragos
Y también pensar en algo
que dejar (bis).
Aquel que no guarda su
dinero
El día que se muera nada
les deja
A sus hijitos que solo
se quedan
Y solo lleva el nombre
de parrandero.
Muchas personas dicen
que es un tonto
El que trabaja y guarda
sus centavos.
Y como el diablo ha sido
molestoso
Siempre le aconseja al
hombre es lo malo (bis).
Aquel que no guarda su
dinero
El día que se muera nada
les deja
A sus hijitos que pobre
se quedan
Y solo lleva el nombre
de parrandero (bis).
Procura ser ejemplo en
tu destino
Y no de ser un vago por
la calle
Como aquellos que he
visto miserables
Sin labrar un porvenir
para sus hijos (bis).
Aquel que no guarda su
dinero
El día que se muera nada
les deja
A sus hijitos que pobre
se quedan
Y solo lleva el nombre
de parrandero (bis).
El juglar sanjacintero Andrés Landeros
Guerra (1931 -2000), indiscutido rey de la cumbia en acordeón, compuso e
interpretó la pieza musical Si el diablo me sale, incluida en el álbum El
Clarín de la montaña, en la cual, además de dar cátedra en la ejecución del
acordeón, hace un minucioso recorrido por la génesis geográfica de los aires
tradicionales del vallenato, al tiempo que responde a quienes pretendían
encasillarlo solo en la ejecución de sones y cumbias con la sentencia: Que si
le sale el diablo, él sin necesidad de rezarle el credo al revés o un
padrenuestro, tal y como les correspondió hacer a los acordeoneros anteriores
que lo enfrentaron, él solo ejecutando su acordeón hará escurrir al Maligno.
Este canto folclórico dice así:
Si el diablo me
sale
El merengue es vallenato
Porque en el valle nació
Francisco el Hombre en
Macho Ballo
la puya la ejecutó
Y si a mí me sale el
diablo
También se la toco yo
(bis).
El son es magdalenense
Porque allá fue a´onde
nació.
Y el paseo cesarense
Que ese lo ejecuto yo
(bis).
Y sin que Landero le
rece
El diablo se le escurrió
(bis).
La cumbia es bolivarense
Porque acá fue a´onde
nació (bis).
A mí que me pertenece
esa la ejecuto yo.
Lo mismo el porro
sinuano
Porque allá fue a´onde
nació (bis).
Adolfo Pacheco Anillo participó en el
Festival de Leyenda Vallenata de 2011 en la modalidad de “canción inédita” con
la composición en ritmo de merengue El diablo de García. “(…) yo hice esa
crónica como homenaje a Rafael Escalona, quien es el padre de la crónica,
narrando una historia basada en un hecho ocurrido en la ciudad de Valledupar
hace pocos años, en casa de mi compadre, el también sanjacintero Rafael García”.
Néstor, hijo de Rafael García, le contó
al compositor de los Montes de María que en su casa un día cualquiera se
prendió una biblia y que el altar con la imagen de la Virgen se destrozó. Que
su papá estaba muy asustado. Por la casa de Rafael García desfilaron toda
suerte de sacerdotes católicos, brujos, chamanes e indios de lo más alto de la
Sierra, pastores de varias iglesias evangélicas y hasta rezanderos de velorio,
quienes haciendo uso de lo mejor de su repertorio en prácticas de exorcismo
nada pudieron hacer para derrotar al demonio y sacarlo de una vez y para
siempre de la casa de Rafael. Ni siquiera el credo al revés cantado por Néstor
su hijo, ni los baños con aceite de oliva y pétalos de rosa en las aguas
sagradas del río Guatapurí impidieron que el diablo continuara haciendo
travesuras en casa de los García. Fue necesaria la intervención de dos monjas
de la comunidad de Clarisas, acompañadas del Casi cura Mayoya, quienes con dos
misas lograron sacar al Maligno de casa de los García con el rabo entre las
piernas.
El diablo de
García
Yo que no creía en
brujas ni hechicerías
Me ha tapado la boca el
Diablo en Valledupar.
En forma de candela se
metió con los García
Quemándole la Biblia y
destrozando un altar
No sabía Lucifer, ¡ay¡
con quién se metía (bis).
Porque en avisparía es
más Diablo Rafael.
No sabía Lucifer, ¡ay¡
con quién se metía
Porque Néstor sabía
rezar el credo al revés.
Buscaron un chamán, un
rezandero del pueblo,
un pastor protestante,
un indio de los de aquí.
Con aceite de oliva y de
rosas lavó el cuerpo
en las aguas sagradas
del río Guatapurí.
Pero nada sirvió, el
Diablo se reía.
El hechizo siguió en
casa de los García (bis).
Les recomendé hablar con
Elsa, mi hermana
que tiene relaciones con
Dios en el más allá.
Ella lee en las cartas
el presente y el mañana.
Pero Néstor tenía la
solución de verdad.
Con dos monjas Clarisas
y el cura “Mayoya”
lo sacó de la olla
solamente con dos misas.
Se acabó así la juerga,
el Diablo dio un gemido
Y huyó despavorido con
el rabo entre las piernas.
La gente de mi pueblo,
que se peina con la lengua,
Dice que Rafael vendió
el alma a Satanás.
Eso explica con lujo que
riquezas ahora tenga.
No sabiendo que Rafa es
un burro pa’ trabajar.
Tengo esa facultad, no
sé por qué se asombran,
también tengo la contra
para la malignidad (bis).
Yo que a Rafa conozco,
sé que no era muy creyente.
Un cuentero famoso, como
no hay en la región.
Ahora se la pasa
predicándole a la gente,
con camándula en mano,
el evangelio de Dios.
Les puedo asegurar, dice
con su razón,
que no hay religión como
la católica.
En la canción Que me salga el diablo, el
compositor Rafael Enrique “el Taty” Jácome Ariza reta al diablo armado de sus
valores de hombre íntegro y respetuoso, lo cual le sirve como escudo ante la
presencia de la maldad encarnada en el demonio. Esta pieza del cancionero
vallenato, cuyo texto transcribimos a continuación, fue interpretada por los
Embajadores Vallenatos: Robinson Damián y Ramiro Colmenares.
Que me salga el
diablo
Dicen que yo soy buen
pollo
Cuando estoy en la
gallera
Que peleo pico y espuela
Y siempre me han dicho
buen gallo.
No le tengo miedo al
diablo
Yo no le temo a ninguno.
Yo respeto a todo el
mundo
Y yo con ninguno me
alabo.
¡Ay! yo no conozco lo
malo.
Yo he sido un hombre
sincero
Con todo el mundo soy
bueno.
¡Ay! que me salga el
Diablo
Que me salga el Diablo
(bis).
Que me salga.
Yo no le hago mal a
nadie
Porque el que la hace la
paga
Y aquel que en mal paso
anda
Seguro que mal acaba.
Siempre pienso en el
mañana
No solo en el día de hoy
Y por donde quiera voy
Llevo mi frente en alto.
Como soy buen vallenato
Quiero mucho a mi región
Esa tierra de folclor
Donde nació Pedro
Castro.
¡Ay! que me salga el
Diablo
Que me salga el Diablo
(bis).
Que me salga.
A través del tiempo la mujer ha sido una
de las fuentes más rica para la inspiración de los compositores vallenatos,
quienes en antológicos versos logran crear verdaderas poesías que enaltecen su
belleza y porte. Otros, por el contario tocados por el desamor y la
indiferencia, compusieron cantos en los cuales fustigan la conducta y el
comportamiento de estas.
En el tema Las mujeres, en ritmo de
paseo, el acordeonero y compositor de San Juan del Cesar (La Guajira) Isaac
“Tijito” Carrillo Vega le adjudica a la mujer mala y bonita pacto con el
demonio, y compara los poderes de ésta con los del Maligno. Este canto fue
incluido en el álbum El vallenato mayor, interpretado por Iván Villazón,
acompañado en el acordeón por el urumitero José María “Chema” Ramos.
Las
mujeres
(Fragmento)
La mujer mala y bonita
tiene pactos con el
demonio.
Por culpa de las mujeres
se acabó el sabio
Salomón.
Con unas tijeras mochas
motilaron a San Antonio.
También acabó Dalila con
el forzudo Sansón.
Pero conmigo te das
porque no soy majadero.
Es cierto que yo te
quiero, pero no te puedo rogar.
A ti te condenaran en la
justicia divina.
Te juro. mala mujer. que
tu infamia no tiene nombre.
pero te voy a decir como
dijo Vargas Vila
que las mujeres nacieron
para que sufrieran los hombres.
Emiliano Zuleta Baquero (1944 - 2005),
reconocido compositor, acordeonero y cantante, popularmente conocido como “el
viejo Mile”, nacido en La Jagua del Pilar (La Guajira), también alude al
demonio en el conocido merengue Que el diablo tenga la culpa, compuesto como
respuesta a la canción La carta, del juglar Lorenzo Morales, cuya primera
estrofa dice:
Le mandé a decí a
Emiliano Zuleta
que para los carnavales
me espere,
que quiere tocar las
teclas conmigo
y
así como yo le digo él no puede.
“El viejo Mile” le responde con esta creación costumbrista,
en la cual le concede al Maligno la única posibilidad que garantizaría una
eventual derrota suya ante el legendario
Moralito, junto con el que protagonizó la antológica controversia. Bien lo
define el investigador y docente universitario Ariel Castillo Mier cuando
afirma que:
“(…) el gran fuerte del viejo Emiliano lo constituye el vallenato bravucón, de palabra pendenciera, con la que vapuleaba a sus contendores (…)”.
Que el diablo
tenga la culpa
(Fragmento)
Los que han visto a Lorenzo tocando
Me dicen que es verdad
que ejecuta
Pero si se lleva a
Emiliano
Que el Diablo tenga la
culpa.
Me le dice a Morales que
venga acá
Que yo estuve en La
Jagua y no estaba allá.
El acordeonero y compositor Adriano Salas
Manjarrez, oriundo de San Pedro (Sucre), alude a la presencia del diablo en el
tema Caño Lindo, clásica composición de la música vallenata, cuyo motivo de
inspiración es ilustrado de manera magistral en el libro Crónicas de El Paso
por el escritor Luis Cerro Córdoba (2007) de la siguiente manera:
En la década de los sesenta, Adriano
Salas se encontraba en la finca Los Llanos, de propiedad de don Julio Sierra,
arreglando unos cercos, donde hay un caño de aguas estancadas, que ellos
denominaron Caño Lindo. Don Julio Sierra, distinguido ganadero, acostumbraba a
llegar muy temprano a cada una de sus fincas, a revisar su ganado y los
trabajos que permanecían realizando sus trabajadores.
En una de estas ocasiones llegó don Julio
a su Finca Los Llanos, a tempranas horas de la mañana; sus obreros se estaban
preparando para dirigirse a sus sitios de trabajo; al tiempo que acudieron a
saludarlo, él sacó a relucir un gracejo diciéndoles entre una sonrisa: “Yo
traía miedo ahora que venía pasando por la ceja de monte esa que está allí
antes de llegar al Playón de la Malva.” Los obreros, intrigados, acudieron a
preguntarle a su patrón: “¿Ajá, don Julio y por qué tanto miedo?” Él les
respondió entre carcajadas: “¡Carajo!, pensando que me podía salir el diablo
hablándome de parranda, porque aquí en los Llanos, Adriano Salas no habla de
otra cosa que no sea parranda”. La risa entre los allí presentes se intensificó
por motivo del gracejo de don Julio y luego los obreros se desplazaron a sus
sitios de trabajo.
Adriano Salas, quien para componer sus canciones
se afianzaba en los paisajes de la naturaleza, esta vez se inspiró en la
versión del gracejo de don Julio y por la tarde al regresar del trabajo tomó su
escachalandrada guitarra y empezó a tararear los versos (Cerro, 2007, pp.
123-124).
La canción fue interpretada, entre otros,
por el juglar nacido en Maríalabaja (Bolívar) Enrique Díaz Tovar, quien hace de
ella una de las más bellas versiones.
Caño Lindo
(Fragmento)
Adiós, Caño Lindo, ya me
voy despidiendo.
Adiós, panorama
delicioso de los llanos.
Me voy de esta tierra
por motivos de invierno,
Y ahora volveré en el
próximo verano (bis).
Dijo Julio Sierra
Si me llevo mi ganao
Como cajonero yo me
llevo a Adriano Salas
Pidiéndole a Dios que no
se presente el Diablo
Con un tiple viejo
hablándole de parranda.
Coro
Ya no se ven los pastos
por el agua
Ya no está inundada toda
la región.
Ya no acompaño más con
mi guitarra
A las aves silvestres
del playón (bis).
En estilo jocoso, el compositor muestra
cómo el diablo no anda escaso de apariencias; su principal cualidad es el
polimorfismo. Puede manifestarse en cualquiera de las formas que el hombre
alcanza a ver, sentir o presentir, incluso puede introducirse en cualquier
animal, en cualquier persona, y también en las alucinaciones de las
imaginaciones febriles.
Otra clásica historia alusiva al diablo
la encontramos en la pieza musical folclórica El testamento, autoría de Rafael
Escalona Martínez, nacido en Pitillal el 27 de mayo de 1927 y fallecido en
Bogotá el 13 de mayo de 2007, el cual alude al diablo en un símil con el tren
que recorría la Zona bananera de Santa Marta.
El testamento
(Fragmento)
Adiós, morenita, me voy
por la madrugada
no quiero que me
llores porque me da dolor.
Paso por Valencia, cojo
la sabana,
Caracolicito y llego a
Fundación.
Y entonces me tengo que
meter
en un diablo al que le
llaman tren,
que sale por to’ la zona
pasa
y de tarde se mete a
Santa Marta.
revista de poesía de Casa de las Américas
La Estafeta del Viento titulada Rafael Escalona, cuando el vallenato se vuelve
alta poesía, explica de la siguiente manera la expresión “un diablo al
que le llaman tren”: “(…) para el campesino de entonces, el tren era algo raro
y lo calificaban de una manera despectiva: hablaban de él como el diablo.
Nosotros ya habíamos visto al tren en el cine, pero el campesino todavía no”
(p. 15).
El tema del destino de los niños que
mueren sin haber recibido el bautismo fue abordado en la canción el bautizo,
del compositor nacido en Colosó (Sucre) Esteban Salas Sumuzo, la cual fue
incluida en el álbum La Cita e interpretada por el conjunto de Los Hermanos
Zuleta en 1972. En este canto folclórico se expresa el compromiso por parte de
los padrinos para con el futuro del ahijado, cuya condición de niño no
bautizado podía convertirlo en moro, o facilitar que el diablo cargue con él, o
en caso de muerte, su destino podría ser el llamado limbo de los niños, estado
o lugar permanente de los no bautizados que mueren a corta edad sin haber
cometido ningún pecado personal, pero sin haberse visto librados del pecado
original mediante el bautismo.
El bautizo
(Fragmento)
Tengo un compromiso
serio y yo lo voy a afrontá.
Pobre de José Javier el
diablo se lo va a llevá
pero cuando pise el
valle yo lo voy a bautizá.
Así, comadre Celmira
usted se va a contentá (bis).
Se lo bautizo en la
calle, se lo bautizo en la iglesia
lo que sí le garantizo
es que moro no se queda (bis).
LA FIGURA DEL
DIABLO EN OTRAS MÚSICAS DEL CARIBE COLOMBIANO
Además de las anteriormente citadas
composiciones de la música vallenata en las cuales se hace alusión directa al
diablo, existe un amplio repertorio en el cancionero popular en las que
duendes, “aparatos”, fantasmas, magos y brujos son protagonistas, y estos
generan los mismos temores que el demonio; figuras malignas que no obstante en
la mayor parte de estas tonadas folclóricas son objeto de burla y jocosidad por
parte del hombre caribe.
En los años 60, la música colombiana
adoptó algunos géneros del mercado caribeño internacional a través de conjuntos
de acordeón como los de Calixto Ochoa, Ángel Vásquez, Rafael Cabezas, Aníbal
Velásquez y Alfredo Gutiérrez, todos ellos en formato de charangas, pachangas y guarachas ejecutadas con acordeón
como instrumento líder, quienes interpretaron una música con sonidos distintos
de los que hasta ese momento se escuchaban en el Caribe colombiano.
Uno de estos destacados innovadores es el
músico cartagenero Ángel Vásquez, quien compuso la charanga interpretada en acordeón Mandinga es el
diablo, en la cual alude al demonio, denominándolo como lo llaman los afro
descendientes: mandinga. Vásquez, fiel a su influencia negroide, aporta en la
citada composición la fórmula para retirar y ahuyentar a Satanás, un conjuro
con todo tipo de plantas: Yerba santa y yerba buena/ Toronjil y matimbá /con la
ruda y la verbena/sirven pa´ retirá el mal. Mandinga es una representación del
diablo, cuyas características son las de presentarse como un ser humano normal
o casi normal, con la intención de mostrar una apariencia amigable, para poder
cumplir con su objetivo de hacer caer a los hombres en el pecado; al alejarse,
mandinga, era reconocido por el olor a azufre.
Mandinga es el
diablo
Yo conozco un muchacho
Que lo llaman Mandinga
(bis).
¡Ay qué apodo tan malo!
Mandinga es el diablo
(bis).
¡Ay, mira que te agarra!
¡Mandinga!
¡Mira que te coge
Mandinga!.
Yerba santa y yerba
buena
toronjil y matimbá
con la ruda y la verbena
sirven pa´ retirá el
mal.
Quema incienso, quema
hierba
pa´ Mandinga retirá.
¡Fuera contigo,
Mandinga!
En el África llaman
a mandinga por diablo
(bis).
y las brujas lo aclaman
¡Ay,
Mandinga!…¡Mandinga!
¡Ay, mira que te agarra
/ Mandinga!
¡Mira que te coge /
Mandinga!
Eliseo Herrera Junco es uno de los
cantantes más creativos, versátiles y prolíficos del Caribe colombiano. En la
agrupación Los Corraleros de Majagual se destacó por sus trabalenguas y
escurridizas jerigonzas, por lo cual fue bautizado como "el Rey del
Trabalenguas", compositor de más de un centenar de canciones, una de las
cuales es El diablo, pieza musical en la
cual aborda la polémica acerca de la existencia del Maligno, reafirmando en
ella su carácter de opositor de Dios y defendiendo su condición de católico.
El diablo
Dicen que Dios toda la
vida
Y que tiene un enemigo
que le llaman el diablo
¡Jesús, María y José!
(bis).
Porque cuando Dios se
descuida
Hacen sus diablurones
Y se va renegando.
¡Ave María Purísima!
/ María Purísima, ¡Dios mío!
¡Que se retire el
diablo! (bis).
Pero la gente dice que
no existe el diablo
Pero según la historia
Parece que sí hay el
diablo.
Pero ¿cuál es verdadero
nombre del diablo?
Porque le dicen diablo /
le dicen Satanás
Le dicen el demonio / le
dicen Lucifer, también.
Dicen que hay diablo /
pero no lo ven.
Que son más flacos /
pero no lo ven.
Que este está flaco /
pero no lo ven.
Que anda con uno / pero
no lo ven.
¡Jesús, María y José!
Trabalenguas:
¡Jesús, María y José!
¡Ave María Purísima, Dios mío! (muchas veces)
Dicen que en los tiempos
pasados las mujeres volaban
Hasta en la madrugada.
¡Jesús, María y José!
(bis).
Con un secreto que
rezaban.
Que llamaban al diablo y
se volvían fantasmas
¡Ave María Purísima!
¡Ave María Purísima,
Dios mío!
¡Que se retire el
diablo!
¡Ave María Purísima,
Dios mío!
A manera de conclusión podemos evidenciar
cómo a través de distintas manifestaciones de la cultura popular, con la figura
del diablo la Iglesia católica pretendió defender los principios básicos de la
doctrina, la santificación de las fiestas, el peligro del pecado mortal y sus
consecuencias, la necesidad de la oración, el riesgo que para el alma existe en
las diversiones y placeres mundanos, los peligros de la ilustración y la
modernidad con todo su ideario, entre otros.
Sin embargo, los compositores del Caribe
colombiano se burlan del diablo, juegan con él y lo condenan al mismo
sufrimiento de los humanos, como lo muestra el creador plateño Roque Saballeth,
quien en una estrofa magistral se mofa del Maligno dándole categoría de bufón,
sin que por ello perdiese su inherente maldad.
Joselito el
borrachón
(Fragmento)
El diablo llora borracho
Lo vio Roque Saballeth
Si no lloras por mujé
Porque llevas esos
cachos.
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