lunes, 16 de septiembre de 2013

PONENCIAS :La argumentación y otros elementos discursivos en las canciones de Adolfo Pacheco Anillo

La argumentación y otros elementos discursivos en las canciones de Adolfo Pacheco Anillo


René Arrieta Pérez
Escritor y Periodista.
Lingüista de la Universidad de Cartagena
Doctorando en Literatura Española e Hispanoamericana de la 
Universidad de Salamanca. 
Adolfo Pacheco Anillo es una de las figuras cimeras de nuestra música caribeña: sabanera y vallenata. Pacheco le ha entregado al folclor un repertorio de canciones que enriquecen las páginas de nuestra música con un universo substancial y variado. Páginas de oro que cuentan historias, describen  la naturaleza,  la gente del pueblo, sus estados de ánimo y sus valores,  la cultura y las costumbres, historias particulares y el color local de la  región.
Las canciones de Adolfo Pacheco se sustenta en los componentes del campo, el paisaje, la abundancia de aves y el colorido de las mismas, la flora y fauna, la geografía y sus sabanas, valles, montañas, ríos, arroyos y cascadas que conjugan una riqueza inmensa, y a partir de todos esos elementos se forma una cosmovisión del mundo en el que  vive.
En las canciones de Adolfo Pacheco Anillo, la argumentación y los elementos retóricos y discursivos tienen un lugar muy especial. Su vocación de abogado lo hace afín a la propensión por sustentar una tesis, defender una idea o refutarla y lograr la adhesión a su parecer o argumentos que esgrime en los discursos de sus cantos. Asimismo, su afición a los gallos manifiestan ese espíritu de persona dispuesta a la discusión y la disputa, y a defender una posición. El tema mismo de los gallos como referente indispensable dentro del inventario de su obra musical, y que  incluye composiciones como El Cordobés, Gallo mono, El caballero noble, en las que el mundo de los gallos, los  usos y costumbres, las peleas, el ambiente de las riñas, la descripción de los ejemplares, la pasión de las personas que los crían y los juegan en apuestas, visibilizan el interés del autor por ese universo. Los gallos son un referente muy marcado en el mundo del vallenato, en donde ser pollo o gallo tiene significaciones muy específicas y de jerarquía en el orden de las cosas y en la escena social. Ser pollo o ser gallo refrenda la importancia, el nivel  jerárquico en la que se sitúa cada uno de ellos. Como bien lo dice Emiliano Zuleta Baquero en su canción Gallo viejo: “Díganmele a Toño, a Toño mi hermano/ que él está muy pollo, ay, ya yo estoy muy gallo / que está muy pollo, ay ya yo estoy muy gallo”. Todos estos elementos afianzan en el compositor una disposición para el verbo, en el uso pragmático de la palabra para dirimir un conflicto planteado, y hacerlo con la sustentación de unos argumentos que consigan la adherencia del auditorio, en este caso, el público al que llegan sus canciones. Público que advierte la contundencia del discurso y disfruta de los argumentos planteados en las canciones.
Además de la vocación jurista de Pacheco y su afición por las riñas de gallos, no hay que olvidar la piqueria, como tradición que explica la presencia dialéctica en el vallenato y la música sabanera. En estas manifestaciones verbales, la controversia ha sido un elemento importante desde los albores del género. La leyenda dice que Francisco el Hombre, el juglar, se batió en duelo con el demonio y lo venció. Las piquerias o enfrentamientos entre cantantes y acordeonistas que hacen parte de la tradición en la música de acordeón, les imprimen colorido y picante a las disputas, en tarimas o en espacios casuales, cada participante lanza sus versos y sus acordes contra su oponente, con el objetivo de ridiculizarlo o reducirlo en la disputa, y a su vez adherir a su exhibición un público enfebrecido. La piqueria es una dinámica del pensamiento y de la lúdica que  requiere rapidez mental, memoria, agudeza y dominio del lenguaje, y convierte los debates entre oponentes en un  ejercicio del pensamiento dialéctico en la tradición del folclor caribeño.
 Las piquerias, en la actualidad constituyen una modalidad de los festivales de música vallenata. La más famosa de las disputas la protagonizaron Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales, quienes a menudo se confrontaban, y la Gota fría, el paseo que el viejo Mile compuso contra Lorenzo, finiquitó el enfrentamiento por la fuerza demoledora de sus versos y la belleza de sus notas. El mismo Mile también sostuvo disputas a versos con Pacho Rada, con Juancho Polo Valencia y, ya comentada, con su hermano Toño Salas. Igualmente, Enrique Díaz y Rúgero Suarez sostuvieron importantes contienda que llevaron al acetato.
En la canción vallenata, y en el pensamiento dialéctico que existe en ella, una canción modelo de la categoría argumental es El pintor, que no obedece a la antítesis de lo planteado en una piqueria pero que se constituye en una diatriba contra la persona que pinta un pájaro moderno, Pedro Pérez,  quien dice que Pacheco no puede hacer un cuadro mejor a ese “pájaro moderno”, y que además, en juicio de valor le espeta que no vale un maravedí. Esto motiva a Pacheco Anillo para la construcción de un discurso argumentativo sobre su calidad autoral y artística, y la medianía y deficiente calidad del osado pintor que ataca al insigne autor sanjacintero. Por consiguiente, nuestro análisis se centrará sobretodo en El pintor, por la estructura argumentativa que hay en la canción. Pues bien, Pacheco, para armar su discurso con los argumentos que rebatan lo expuesto por Pedro Pérez, hace el ejercicio de discernir los puntos que provocan la confrontación con el pintor, por lo que partimos de lo que postula Pedro Pérez, que frente a su creación que es “un pájaro moderno”  presenta su obra como insuperable, lo que enciende los ánimos Adolfo Pacheco, que en su oficio de poeta- músico sabe ser fiel a las imágenes que circundan cerca a él, por tal razón,  indignado se entrega a la tarea de demoler tal postulado. Pacheco Anillo señala los temas de los que ha bebido para fungir como pintor, y así los referencia:

“Saco cuadros del folclor / y de la naturaleza / pinto negra la tristeza / la acuarela del dolor  /
Y pinto al óleo el amor” (…) 

Consciente de que su oficio es mucho más difícil por la traslación de la imagen visual a la imagen poética, lo hace saber:

“sin pincel y sin paleta / buscando como el poeta / la armonía en el color”

Elementos que dentro del discurso adquieren un peso que fortalece su argumentación, puesto que gana peso específico por la dificultad en el ejercicio de pintor poeta frente al pintor solamente figurativo, quien no tiene que hacer esa traslación de imágenes.

Pacheco Anillo cuando en unos verso de El pintor, dice: “Métase donde se meta usted me respeta a mi”, está dando partes del estado de la cuestión de la argumentación, la persecución, la encerrona que enuncia esa línea, está agotando los límites del contrincante, los lugares donde está y le es posible estar al contendiente. Meterse es indicativo de la ocupación de un lugar, (el topois, como elemento discursivo). La frase es contundente, y la información que nos proporciona de quien la pronuncia es la de un hombre airado, resuelto, que está fustigando a su interlocutor, y le advierte de su posición dominante, de su superioridad. Es un ataque y acorralamiento que permite el uso inteligente, estratégico de elementos argumentativos. Así como Sócrates, en sus diálogos, reduce a sus interlocutores, haciéndolos caer en contradicciones, les quita espacios cuando poco a poco van aceptando el peso de la verdad, la demostración y los efectos persuasivos del filósofo.

En otro punto de la argumentación, Adolfo Pacheco enumera sus canciones que han adquirido el carácter de emblemáticas en el folclor de la música de acordeón, como son La hamaca grande y El viejo Miguel,  a partir de tales modelos se va lanza en ristre contra Pedro Pérez:
“Yo pinté la hamaca grande / con magníficos colores / y dibujé la nostalgia / haciendo El viejo Miguel.” 
Lo que ya existe, y además, está en el imaginario colectivo de una comunidad, como son los temas a los que hace referencia su autor, adquiere una dimensión contra la que tiene que pelear el pintor del pájaro moderno, Pedro Pérez.

En Cartagena de Indias, en los años finales de la década del 40, año 1948, hubo una discusión entre un señor, un ciudadano común y el poeta Jorge Artel, la discusión generada por el licor, llevó al interlocutor del poeta a decirle que él no era tan gran poeta, a lo que Artel reacciona con audacia, y en un giro discursivo, no dirigido a su oponente, sino a sus amigos, con la seguridad de que el peso de su dialéctica sería contundente,  dice: “ Vámonos, y dejemos a este señor discutiendo contra todo un continente”. La frase sintetiza la situación y el estado del reconocimiento y nombradía que tiene Artel, como poeta en el continente, y no es cuestión de discusión, sino que existe como un hecho real. El poeta acudía a un argumento basado sobre la estructura de lo real, que le provee de fuerza para reducir a su contrario en la discusión.

(Chaim Perelman, 2006), acerca de los argumentos basados en tal estructura, señala lo siguiente: “A causa de los inconvenientes de la reducción a lo formal y a lo cuantitativo, es raro que los argumentos cuasilógicos puedan por sí solos producir la convicción: ellos deberán ser completados por argumentos basados sobre la estructura de lo real.”

Adolfo Pacheco anillo, en el discurso argumentativo que elabora en su composición El pintor, hace uso de la comparación, y toma la palabra “como”, herramienta del lenguaje, y que a partir de ella, la figura  de la comparación  como elemento discursivo le da un nivel de límite a su creación.
(…) pero yo no sé por qué / dicen que pintar no puedo / si yo como Leandro el ciego / pinto lo que no se ve. 

(Ariel Castillo, 2010), al respecto anota: “La mención, como modelo de creación, del ciego Leandro Díaz, refuerza la idea del poeta como hombre que por ver con los ojos del alma, penetra más allá de la superficie y capta lo invisible, las esencias, las cosas en sus propiedades específicas.”  El análisis de Castillo Mier nos permite reconocer que Adolfo Pacheco tiene conciencia y certidumbre del alto nivel de su trabajo como obra de arte. No obstante, toda creación que tenga el estatus de obra de arte ha captado lo invisible, las esencias de las cosas, que se escapan a la observación de los hombres normales, y que el verdadero artista es capaz de ver, capturar y expresar en su obra. Esa condición de visión aguda del artista, la cual permite construir su obra, es lo que Pacheco niega que esté en posesión de Pedro Pérez, el pintor irreverente.
Antes de finalizar el discurso argumentativo contra el pintor Pedro Pérez, Pacheco describe y explica los procedimientos de los grandes y verdaderos artistas, y acude así al recurso argumentativo de la autoridad. Anthony Weston, en Las claves de la argumentación anota: “Nadie puede erigirse en un experto, mediante la experiencia directa, en todas las cosas que es posible conocer. (…) Necesitamos lo que se denomina argumento de autoridad. Veamos como contra el pintor Pedro Pérez, Adolfo Pacheco utiliza el recurso argumentativo de la autoridad: “Todo buen compositor / cuando hace una melodía / dibuja en el pentagrama / el do re mi fa sol la si / Planta una letra sutil / como hizo Lucho Bermúdez / Rafael Campo y como tuve  /
que hacer yo para surgir” 

Nuestro autor se ha visto en el espejo de los grandes artistas, de las autoridades en el campo en el que ahora él oficia, como también sabe que su oponente no cuenta con esos baremos de identidad que lo hayan podido situar a tal nivel, por lo que con el argumento de autoridad, el otro, su oponente, su contrario se queda sin fuerza en la contienda, lo despacha, reduciéndolo y degradando su estado, utilizando nuevamente el elemento comparativo, que antes le sirvió para situarse en un nivel último superior, ahora lo usa para asimilar a su oponente a lo inferior. Oigamos el remate de la diatriba, conjuratoria de la oposición como mal, y pieza oratoria en la que Pacheco se sitúa como máximo exponente en la música del Caribe colombiano del género epidíctico:

“Pero usted como un reptil / agorero y ponzoñoso / dice que no pinto hermoso / que valgo un maravedí
Pacheco Anillo, a pesar  de que usa la dialéctica para reducir a su oponente, y para darle un sitio a la verdad en la tasación del verdadero talento,  le agrega un poco de veneno a su discurso oratorio y le da un puntillazo con elementos de la erística, elementos discursivos al alcance del orador, con los que a menudo los sofistas vencían a sus oponentes.

En la canción La calumnia, Adolfo Pacheco vuelve a hacer uso de elementos argumentativos para el debate y la confrontación de ideas y pareceres. En su discurso se vale de la explicación y los valores universales para su argumentación contra sus detractores. Él sale al paso a unos rumores donde se siente calumniado, porque se dice que es el destinatario de los argumentos que esgrime Diomedes Díaz, en El abogado, lo cual lo lleva a componer una canción que titula como la infamia que cometen los detractores que lo atacan: La Calumnia. Aquí ya se elabora un discurso no antitético a la canción El abogado, sino a los rumores en torno a su implicación en el caso que denuncia Diomedes.

El abogado plantea el debido profesionalismo en el ejercicio de una carrera, en este caso el de la abogacía, y sobre todo en la observación de la ética. La inescrupulosidad lleva al abogado a urdir triquiñuelas para hacer daño a alguien por lucro. Seguidamente el argumento plantea y  explica que existe violación de la ley por parte del abogado, -e indica el motivo- porque estaba sin empleo (varado, como dice la canción)-. Además, lo condena a privación de la libertad.

La canción de Diomedes es una sátira mal argumentada, porque un abogado no condena, el abogado acusa, utiliza la argumentación jurídica para acusar ante un juez o un jurado, en un tribunal, a la parte que afecta los intereses de  su cliente o para defender a su apoderado. Es el juez o el jurado quien dirime y condena en un juicio deliberativo los argumentos de las partes. Otra falla grave en el discurso argumental de El abogado, es expresar como verdad algo que en la realidad no es. En las leyes  colombianas a nadie se le priva de la libertad por deuda consentida, sólo si no se cubrió el pago de algo, y por razones de peso se convierta en estafa. Por ejemplo, que alguien reciba dinero por un producto que ofreció y no lo entrega. Ese dinero debe devolverse porque hubo razones que no permitieron entregar el producto por el cual se recibió el dinero. De no efectuarse la devolución, ese hecho se constituye en estafa, porque hay engaño, abuso de la buena fe, entre otras muchas razones que  constituyen delito.

El abogado no condena, el abogado expone un discurso acusatorio a partir del cual un juez puede condenar a pagar o en su defecto, a embargar los bienes del deudor, pero no existe condena de privación de la libertad por ella.

En Colombia, la realidad se puede parecer mucho a la ficción y todo puede ser o suceder, y no obstante, a las anteriores explicaciones, en el pasado es posible que alcaldes, inspectores, policías o abogados con tráfico de influencias, en una posición dominante hayan urdido algún tipo de artimañas para lograr su objetivo ilícito. Sólo así, por la fuerza del contexto, la tesis expuesta por Diomedes puede validarse como verdadera. En tiempos recientes no es probable un suceso sui generis, puesto que mecanismos como el Debido proceso, el  habeas corpus, obligan  a ceñirse mucho  a la ley, y la pena por la  violación de la misma, por  sendos delitos, es muy dura.

Aun así, con el inapropiado uso de argumentos, la sátira en el discurso de la canción El señor abogado logra su objetivo, que es ridiculizar al profesional del derecho.

 El abogado es la canción que, según rumores, se dice que el destinatario de la sátira es Adolfo Pacheco, lo cual es infundado y una calumnia. Pacheco Anillo, como sabe que es así, construye un discurso, no en respuesta a El abogado, sino a la calumnia que circula en su natal San Jacinto, de señalarlo a él como el abogado objeto de la satírica.

En la canción La calumnia se hace uso de la argumentación explicativa para aclarar la situación en la que el autor, Adolfo Pacheco Anillo, es víctima del infamante defecto de la calumnia de personas inescrupulosas. En el inicio de la argumentación, Pacheco deja claro que se trata de un rumor, algo sin fundamento, un chisme, que ha sacado alguien que sufre por su fama de compositor y músico:
“Andan diciendo que Diomedes Díaz / me sacó un son llamado “El abogado” / pero esos son Chismes de un amargado / que está sufriendo con la fama mía”

Pacheco se vale del elemento de la normalidad y la cercanía para exponerlos como evidencia de la buena relación que lo une a quien supuestamente lo ataca, a Diomedes, quien además, le expresa su admiración:
“Es que a Diomedes no lo conocía / pero su canto me causó impresión / cuando chocó su mano con la mía / me dijo: compa yo soy su admirador / y desde entonces en nuestras vidas / no ha habido nunca un si ni un no”

Pacheco hace un llamado a la prudencia, al respeto, a ser una persona correcta y justa, y expresa sus nobles sentimientos y su concepción de la amistad, principios que descartarían el proceder de manera indebida contra persona alguna que se considera amiga. Con tales referencias apela a la argumentación a partir de los valores universales, y manifiesta el respeto por los mismos, de su parte, y el irrespeto hacia ellos, de parte de sus detractores:

“Ay déjense de eso, vamos a respetar / que a mis amigos los quiero de verdad / déjense de esos ataques sin razón / que a mis amigos los llevo en el corazón”

Finalmente, Adolfo Pacheco nos expone sus virtudes como persona,  nos habla de su formación en valores y principios como la verdad,  la amistad,  el honor, el amor, el perdón. Valores y principios indispensables para la formación humanística, la sensibilidad del ser humano, que son guías para la actuación y  el proceder con corrección en las distintas circunstancias de la vida:

“Siempre en la vida he sido un luchador / cuya bandera ha sido la verdad / ni la calumnia ni la adversidad / han conseguido quitarme el honor / a las mujeres siempre doy a mor / a mis amigos brindo cariño. / Cuando sin darme cuenta doy dolor / soy como un pecador arrepentido / que con la ternura de un niño / pide disculpas por su error / por el contrario estoy tranquilo / con lo que Diomedes cantó / porque ese son no va conmigo / es para otro que no soy yo”


El pintor y La calumnia, dos canciones, dos tipos de modelos argumentales, en los que Adolfo Pacheco, el maestro, opera procedimientos dialécticos y retóricos que tejen el discurso en el que ellas se expresan, y que validan la posición de quien las enuncia, dentro de un mundo de relaciones complejas, en las que la sabiduría, la inteligencia y la razón son guías que se unen a los valores que el artista encarna.   

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