La argumentación y otros elementos
discursivos en las canciones de Adolfo Pacheco Anillo
René Arrieta Pérez
Escritor y Periodista.
Lingüista de la Universidad de Cartagena
Doctorando en Literatura Española e Hispanoamericana de la
Universidad de Salamanca.
Adolfo
Pacheco Anillo es una de las figuras cimeras de nuestra música caribeña:
sabanera y vallenata. Pacheco le ha entregado al folclor un repertorio de
canciones que enriquecen las páginas de nuestra música con un universo
substancial y variado. Páginas de oro que cuentan historias, describen la naturaleza, la gente del pueblo, sus estados de ánimo y
sus valores, la cultura y las
costumbres, historias particulares y el color local de la región.
Las
canciones de Adolfo Pacheco se sustenta en los componentes del campo, el paisaje,
la abundancia de aves y el colorido de las mismas, la flora y fauna, la
geografía y sus sabanas, valles, montañas, ríos, arroyos y cascadas que
conjugan una riqueza inmensa, y a partir de todos esos elementos se forma una
cosmovisión del mundo en el que vive.
En
las canciones de Adolfo Pacheco Anillo, la argumentación y los elementos
retóricos y discursivos tienen un lugar muy especial. Su vocación de abogado lo
hace afín a la propensión por sustentar una tesis, defender una idea o
refutarla y lograr la adhesión a su parecer o argumentos que esgrime en los
discursos de sus cantos. Asimismo, su afición a los gallos manifiestan ese espíritu
de persona dispuesta a la discusión y la disputa, y a defender una posición. El
tema mismo de los gallos como referente indispensable dentro del inventario de
su obra musical, y que incluye
composiciones como El Cordobés, Gallo
mono, El caballero noble, en las que el mundo de los gallos, los usos y costumbres, las peleas, el ambiente de
las riñas, la descripción de los ejemplares, la pasión de las personas que los crían
y los juegan en apuestas, visibilizan el interés del autor por ese universo.
Los gallos son un referente muy marcado en el mundo del vallenato, en donde ser
pollo o gallo tiene significaciones muy específicas y de jerarquía en el orden
de las cosas y en la escena social. Ser pollo o ser gallo refrenda la
importancia, el nivel jerárquico en la
que se sitúa cada uno de ellos. Como bien lo dice Emiliano Zuleta Baquero en su
canción Gallo viejo: “Díganmele a
Toño, a Toño mi hermano/ que él está muy pollo, ay, ya yo estoy muy gallo / que
está muy pollo, ay ya yo estoy muy gallo”. Todos estos elementos afianzan en el
compositor una disposición para el verbo, en el uso pragmático de la palabra
para dirimir un conflicto planteado, y hacerlo con la sustentación de unos
argumentos que consigan la adherencia del auditorio, en este caso, el público al
que llegan sus canciones. Público que advierte la contundencia del discurso y
disfruta de los argumentos planteados en las canciones.
Además
de la vocación jurista de Pacheco y su afición por las riñas de gallos, no hay
que olvidar la piqueria, como tradición que explica la presencia dialéctica en
el vallenato y la música sabanera. En estas manifestaciones verbales, la
controversia ha sido un elemento importante desde los albores del género. La
leyenda dice que Francisco el Hombre, el juglar, se batió en duelo con el
demonio y lo venció. Las piquerias o enfrentamientos entre cantantes y
acordeonistas que hacen parte de la tradición en la música de acordeón, les
imprimen colorido y picante a las disputas, en tarimas o en espacios casuales,
cada participante lanza sus versos y sus acordes contra su oponente, con el
objetivo de ridiculizarlo o reducirlo en la disputa, y a su vez adherir a su
exhibición un público enfebrecido. La piqueria es una dinámica del pensamiento
y de la lúdica que requiere rapidez
mental, memoria, agudeza y dominio del lenguaje, y convierte los debates entre
oponentes en un ejercicio del
pensamiento dialéctico en la tradición del folclor caribeño.
Las piquerias, en la actualidad constituyen
una modalidad de los festivales de música vallenata. La más famosa de las
disputas la protagonizaron Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales, quienes a
menudo se confrontaban, y la Gota fría, el paseo que el viejo Mile compuso
contra Lorenzo, finiquitó el enfrentamiento por la fuerza demoledora de sus
versos y la belleza de sus notas. El mismo Mile también sostuvo disputas a
versos con Pacho Rada, con Juancho Polo Valencia y, ya comentada, con su
hermano Toño Salas. Igualmente, Enrique Díaz y Rúgero Suarez sostuvieron
importantes contienda que llevaron al acetato.
En
la canción vallenata, y en el pensamiento dialéctico que existe en ella, una
canción modelo de la categoría argumental es El pintor, que no obedece a la antítesis de lo planteado en una
piqueria pero que se constituye en una diatriba contra la persona que pinta un
pájaro moderno, Pedro Pérez, quien dice
que Pacheco no puede hacer un cuadro mejor a ese “pájaro moderno”, y que
además, en juicio de valor le espeta que no vale un maravedí. Esto motiva a
Pacheco Anillo para la construcción de un discurso argumentativo sobre su
calidad autoral y artística, y la medianía y deficiente calidad del osado
pintor que ataca al insigne autor sanjacintero. Por consiguiente, nuestro
análisis se centrará sobretodo en El
pintor, por la estructura argumentativa que hay en la canción. Pues bien,
Pacheco, para armar su discurso con los argumentos que rebatan lo expuesto por
Pedro Pérez, hace el ejercicio de discernir los puntos que provocan la
confrontación con el pintor, por lo que partimos de lo que postula Pedro Pérez,
que frente a su creación que es “un pájaro moderno” presenta su obra como insuperable, lo que
enciende los ánimos Adolfo Pacheco, que en su oficio de poeta- músico sabe ser
fiel a las imágenes que circundan cerca a él, por tal razón, indignado se entrega a la tarea de demoler tal
postulado. Pacheco Anillo señala los temas de los que ha bebido para fungir
como pintor, y así los referencia:
“Saco
cuadros del folclor / y de la
naturaleza / pinto negra la tristeza / la
acuarela del dolor /
Y pinto al óleo el amor” (…)
Y pinto al óleo el amor” (…)
Consciente de que su oficio es mucho más difícil
por la traslación de la imagen visual a la imagen poética, lo hace saber:
“sin
pincel y sin paleta / buscando
como el poeta / la armonía en el
color”
Elementos que dentro del discurso adquieren un
peso que fortalece su argumentación, puesto que gana peso específico por la
dificultad en el ejercicio de pintor poeta frente al pintor solamente
figurativo, quien no tiene que hacer esa traslación de imágenes.
Pacheco Anillo cuando en unos verso de El pintor, dice: “Métase donde se meta
usted me respeta a mi”, está dando partes del estado de la cuestión de la
argumentación, la persecución, la encerrona que enuncia esa línea, está
agotando los límites del contrincante, los lugares donde está y le es posible
estar al contendiente. Meterse es indicativo de la ocupación de un lugar, (el topois, como elemento discursivo). La
frase es contundente, y la información que nos proporciona de quien la
pronuncia es la de un hombre airado, resuelto, que está fustigando a su
interlocutor, y le advierte de su posición dominante, de su superioridad. Es un
ataque y acorralamiento que permite el uso inteligente, estratégico de
elementos argumentativos. Así como Sócrates, en sus diálogos, reduce a sus
interlocutores, haciéndolos caer en contradicciones, les quita espacios cuando
poco a poco van aceptando el peso de la verdad, la demostración y los efectos
persuasivos del filósofo.
En otro punto de la argumentación, Adolfo Pacheco
enumera sus canciones que han adquirido el carácter de emblemáticas en el
folclor de la música de acordeón, como son La
hamaca grande y El viejo Miguel, a partir de tales modelos se va lanza en
ristre contra Pedro Pérez:
“Yo
pinté la hamaca grande / con
magníficos colores / y dibujé la
nostalgia / haciendo El viejo
Miguel.”
Lo que ya existe, y además, está en el imaginario
colectivo de una comunidad, como son los temas a los que hace referencia su
autor, adquiere una dimensión contra la que tiene que pelear el pintor del
pájaro moderno, Pedro Pérez.
En Cartagena de Indias, en los años finales de la
década del 40, año 1948, hubo una discusión entre un señor, un ciudadano común
y el poeta Jorge Artel, la discusión generada por el licor, llevó al
interlocutor del poeta a decirle que él no era tan gran poeta, a lo que Artel
reacciona con audacia, y en un giro discursivo, no dirigido a su oponente, sino
a sus amigos, con la seguridad de que el peso de su dialéctica sería
contundente, dice: “ Vámonos, y dejemos
a este señor discutiendo contra todo un continente”. La frase sintetiza la
situación y el estado del reconocimiento y nombradía que tiene Artel, como
poeta en el continente, y no es cuestión de discusión, sino que existe como un
hecho real. El poeta acudía a un argumento basado sobre la estructura de lo
real, que le provee de fuerza para reducir a su contrario en la discusión.
(Chaim Perelman, 2006), acerca de los argumentos
basados en tal estructura, señala lo siguiente: “A causa de los inconvenientes
de la reducción a lo formal y a lo cuantitativo, es raro que los argumentos
cuasilógicos puedan por sí solos producir la convicción: ellos deberán ser
completados por argumentos basados sobre la estructura de lo real.”
Adolfo Pacheco
anillo, en el discurso argumentativo que elabora en su composición El pintor, hace uso de la comparación, y
toma la palabra “como”, herramienta del lenguaje, y que a partir de ella, la figura
de la comparación como elemento discursivo le da un nivel de
límite a su creación.
(…) pero
yo no sé por qué / dicen que
pintar no puedo / si yo como Leandro el ciego / pinto lo que no se ve.
(Ariel Castillo, 2010), al respecto anota: “La
mención, como modelo de creación, del ciego Leandro Díaz, refuerza la idea del
poeta como hombre que por ver con los ojos del alma, penetra más allá de la
superficie y capta lo invisible, las esencias, las cosas en sus propiedades
específicas.” El análisis de Castillo
Mier nos permite reconocer que Adolfo Pacheco tiene conciencia y certidumbre
del alto nivel de su trabajo como obra de arte. No obstante, toda creación que
tenga el estatus de obra de arte ha captado lo invisible, las esencias de las
cosas, que se escapan a la observación de los hombres normales, y que el
verdadero artista es capaz de ver, capturar y expresar en su obra. Esa
condición de visión aguda del artista, la cual permite construir su obra, es lo
que Pacheco niega que esté en posesión de Pedro Pérez, el pintor irreverente.
Antes de finalizar el discurso argumentativo
contra el pintor Pedro Pérez, Pacheco describe y explica los procedimientos de
los grandes y verdaderos artistas, y acude así al recurso argumentativo de la
autoridad. Anthony Weston, en Las claves
de la argumentación anota: “Nadie puede erigirse en un experto, mediante la
experiencia directa, en todas las cosas que es posible conocer. (…) Necesitamos
lo que se denomina argumento de autoridad. Veamos como contra el pintor Pedro
Pérez, Adolfo Pacheco utiliza el recurso argumentativo de la autoridad: “Todo buen compositor / cuando hace una melodía / dibuja en el pentagrama / el do re mi fa sol la si / Planta una letra sutil / como hizo Lucho Bermúdez / Rafael
Campo y como tuve /
que hacer yo para surgir”
que hacer yo para surgir”
Nuestro autor se ha visto en el espejo de los grandes artistas, de las
autoridades en el campo en el que ahora él oficia, como también sabe que su
oponente no cuenta con esos baremos de identidad que lo hayan podido situar a
tal nivel, por lo que con el argumento de autoridad, el otro, su oponente, su
contrario se queda sin fuerza en la contienda, lo despacha, reduciéndolo y
degradando su estado, utilizando nuevamente el elemento comparativo, que antes
le sirvió para situarse en un nivel último superior, ahora lo usa para asimilar
a su oponente a lo inferior. Oigamos el remate de la diatriba, conjuratoria de
la oposición como mal, y pieza oratoria en la que Pacheco se sitúa como máximo
exponente en la música del Caribe colombiano del género epidíctico:
“Pero usted como un reptil / agorero y ponzoñoso / dice que no pinto hermoso / que valgo un maravedí”
Pacheco Anillo, a pesar de que usa la dialéctica para reducir a su
oponente, y para darle un sitio a la verdad en la tasación del verdadero
talento, le agrega un poco de veneno a
su discurso oratorio y le da un puntillazo con elementos de la erística,
elementos discursivos al alcance del orador, con los que a menudo los sofistas
vencían a sus oponentes.
En la canción La calumnia,
Adolfo Pacheco vuelve a hacer uso de elementos argumentativos para el debate y
la confrontación de ideas y pareceres. En su discurso se vale de la explicación
y los valores universales para su argumentación contra sus detractores. Él sale al paso a unos rumores donde se siente calumniado,
porque se dice que es el destinatario de los argumentos que esgrime Diomedes
Díaz, en El abogado, lo cual lo lleva
a componer una canción que titula como la infamia que cometen los detractores
que lo atacan: La Calumnia. Aquí ya
se elabora un discurso no antitético a la canción El abogado, sino a los rumores en torno a su implicación en el caso
que denuncia Diomedes.
El abogado plantea el debido profesionalismo en el ejercicio de una carrera, en
este caso el de la abogacía, y sobre todo en la observación de la ética. La
inescrupulosidad lleva al abogado a urdir triquiñuelas para hacer daño a
alguien por lucro. Seguidamente el argumento plantea y explica que existe violación de la ley por
parte del abogado, -e indica el motivo- porque estaba sin empleo (varado, como
dice la canción)-. Además, lo condena a privación de la libertad.
La canción de Diomedes es una sátira mal
argumentada, porque un abogado no condena, el abogado acusa, utiliza la
argumentación jurídica para acusar ante un juez o un jurado, en un tribunal, a
la parte que afecta los intereses de su
cliente o para defender a su apoderado. Es el juez o el jurado quien dirime y
condena en un juicio deliberativo los argumentos de las partes. Otra falla
grave en el discurso argumental de El
abogado, es expresar como verdad algo que en la realidad no es. En las
leyes colombianas a nadie se le priva de
la libertad por deuda consentida, sólo si no se cubrió el pago de algo, y por
razones de peso se convierta en estafa. Por ejemplo, que alguien reciba dinero
por un producto que ofreció y no lo entrega. Ese dinero debe devolverse porque
hubo razones que no permitieron entregar el producto por el cual se recibió el
dinero. De no efectuarse la devolución, ese hecho se constituye en estafa,
porque hay engaño, abuso de la buena fe, entre otras muchas razones que constituyen delito.
El abogado no condena, el abogado expone un
discurso acusatorio a partir del cual un juez puede condenar a pagar o en su
defecto, a embargar los bienes del deudor, pero no existe condena de privación
de la libertad por ella.
En Colombia, la realidad se puede parecer mucho a
la ficción y todo puede ser o suceder, y no obstante, a las anteriores
explicaciones, en el pasado es posible que alcaldes, inspectores, policías o
abogados con tráfico de influencias, en una posición dominante hayan urdido
algún tipo de artimañas para lograr su objetivo ilícito. Sólo así, por la
fuerza del contexto, la tesis expuesta por Diomedes puede validarse como
verdadera. En tiempos recientes no es probable un suceso sui generis, puesto que mecanismos como el Debido proceso, el habeas
corpus, obligan a ceñirse mucho a la ley, y la pena por la violación de la misma, por sendos delitos, es muy dura.
Aun así, con el inapropiado uso de argumentos, la
sátira en el discurso de la canción El
señor abogado logra su objetivo, que es ridiculizar al profesional del
derecho.
El abogado es la canción que, según
rumores, se dice que el destinatario de la sátira es Adolfo Pacheco, lo cual es
infundado y una calumnia. Pacheco Anillo, como sabe que es así, construye un
discurso, no en respuesta a El abogado,
sino a la calumnia que circula en su natal San Jacinto, de señalarlo a él como
el abogado objeto de la satírica.
En la canción La
calumnia se hace uso de la argumentación explicativa para aclarar la
situación en la que el autor, Adolfo Pacheco Anillo, es víctima del infamante
defecto de la calumnia de personas inescrupulosas. En el inicio de la
argumentación, Pacheco deja claro que se trata de un rumor, algo sin
fundamento, un chisme, que ha sacado alguien que sufre por su fama de
compositor y músico:
“Andan diciendo que Diomedes Díaz / me sacó un
son llamado “El abogado” / pero esos son Chismes de un amargado / que está
sufriendo con la fama mía”
Pacheco se vale del elemento de la normalidad y
la cercanía para exponerlos como evidencia de la buena relación que lo une a
quien supuestamente lo ataca, a Diomedes, quien además, le expresa su
admiración:
“Es que a Diomedes no lo conocía / pero su canto
me causó impresión / cuando chocó su mano con la mía / me dijo: compa yo soy su
admirador / y desde entonces en nuestras vidas / no ha habido nunca un si ni un
no”
Pacheco hace un llamado a la prudencia, al
respeto, a ser una persona correcta y justa, y expresa sus nobles sentimientos
y su concepción de la amistad, principios que descartarían el proceder de
manera indebida contra persona alguna que se considera amiga. Con tales
referencias apela a la argumentación a partir de los valores universales, y
manifiesta el respeto por los mismos, de su parte, y el irrespeto hacia ellos,
de parte de sus detractores:
“Ay déjense de eso, vamos a respetar / que a mis
amigos los quiero de verdad / déjense de esos ataques sin razón / que a mis
amigos los llevo en el corazón”
Finalmente, Adolfo Pacheco nos expone sus
virtudes como persona, nos habla de su
formación en valores y principios como la verdad, la amistad,
el honor, el amor, el perdón. Valores y principios indispensables para
la formación humanística, la sensibilidad del ser humano, que son guías para la
actuación y el proceder con corrección
en las distintas circunstancias de la vida:
“Siempre en la vida he sido un luchador / cuya
bandera ha sido la verdad / ni la calumnia ni la adversidad / han conseguido
quitarme el honor / a las mujeres siempre doy a mor / a mis amigos brindo
cariño. / Cuando sin darme cuenta doy dolor / soy como un pecador arrepentido /
que con la ternura de un niño / pide disculpas por su error / por el contrario
estoy tranquilo / con lo que Diomedes cantó / porque ese son no va conmigo / es
para otro que no soy yo”
El pintor y La calumnia, dos canciones,
dos tipos de modelos argumentales, en los que Adolfo Pacheco, el maestro, opera
procedimientos dialécticos y retóricos que tejen el discurso en el que ellas se
expresan, y que validan la posición de quien las enuncia, dentro de un mundo de
relaciones complejas, en las que la sabiduría, la inteligencia y la razón son
guías que se unen a los valores que el artista encarna.
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