lunes, 16 de septiembre de 2013

PONENCIAS: El vallenato: ¿Música folclórica o popular tradicional?

El vallenato: ¿Música  folclórica o popular tradicional?
Apuntes para un debate necesario



Abel Medina Sierra (Círculo de investigadores de la música
vallenata y del Caribe CORALIBE)  (soycoralibe@yahoo.es)
En el imaginario colectivo de quienes participan de la producción,
divulgación  y disfrute de la música vallenata está arraigada como
verdad inapelable y absoluta la certeza de que el vallenato es una
expresión meramente folclórica. Tras esa naturalización se enarbolan
banderas y se construyen escudos de salvaguarda de  la
“autenticidad” y la “tradición” pues ése carácter vernacular la hace
representativa y “típica” de una comunidad y toda alteración de sus
componentes degrada el ideal de La cultura de la que es referente.
“Hay que defender el folclor”, “el folclor se está  acabando” son
expresiones recurrentes que se escuchan a los investigadores,
gurúes,  melómanos y muchos músicos de corte tradicionalista.
Queremos  ofrecer referentes conceptuales que ayuden a moderar el
paradigma canónico,  folclorista y esencialista, que poco tolera el
hibridismo (que hace parte de la esencia vallenata  en cuanto
expresión criolla o triétnica) y solo considera auténtico y revelador de
identidad el vallenato de generaciones anteriores.  Para ello es
preciso, inicialmente enfatizar un aserto que comienza a cobrar
importancia pero que no es aceptado por muchos vallenatólogos: el
vallenato  no es música folclórica sino música popular
tradicional. Esta valoración no es inédita pues ya voces autorizadas
como el más importante musicólogo colombiano, Egberto Bermúdez
(2006), así como la luminaria y más representativo  estudioso de la
cultura popular del país, Jesús Martín Barbero (1998) lo han
sostenido en sus escritos.
A pesar que ésta música de origen campesino, criollo y oral   a veces
presenta rasgos de un inicio de inspiración o raíz  folclórica, desde el
mismo momento en que los empresarios del sonido como Toño y
Curro Fuentes y las radiodifusoras de la Costa Caribe encontraron en
esta música provinciana  un vitalismo que sirvió  para tropicalizar el
gusto musical nacional  (hasta entonces andino),  el vallenato tomó el
tinte como  música popular. En su ensanchamiento territorial fue
negociando elementos discretos  e interpelando identidades hasta
volverse música popular nacional, con impacto tanto rural como
urbano, y de oralidad más secundaria (la sustentada en los medios)
que primaria.
Para explorar la adscripción de la música vallenata en uno u otro tipo
de música, partamos del desglose de los atributos que suelen
acompañar a las músicas vernaculares o folklóricas  según los
parámetros académicos:


• Su inserción en la sociedad, en su origen, tiene que ver con
ritos, ceremonias y situaciones de vida que le aseguran su
autenticidad y su espontaneidad creativa
• Su práctica está vinculada a la socialización familiar y vecinal
• Es la música que se transmite por tradición oral, es decir,
carece de notación escrita, y se aprende de oídas.
• La relación entre músico- público se da generalmente cara a
cara 
• Su producción, circulación y recepción son independientes del
mercado.
• Ha sido compuesta en su mayoría por individuos que
permanecen en el anonimato o cuyo nombre no se recuerda.
• La interpretan miembros de la comunidad que no son músicos
profesionales.
• La mayor parte consta de una melodía sin acompañamiento
armónico y un ritmo asociado a las danzas o en función del uso.
• Es funcional, se utiliza para alcanzar algún propósito no musical
o acompañar actividades relacionadas con el ciclo del calendario
y con acontecimientos claves en la vida de una persona, así
como con actividades como los rituales, la crianza de los hijos,
canciones infantiles, de trabajo (siembra y recolección),
religiosa o mística.
• Los instrumentos tienen una función secundaria y su misión es
acompañar al canto y la danza: formas sobre las que suele
articularse. 
• El ideal del instrumentista es reproducir los matices de la voz.
• Como expresión sonora de las masas preferentemente rurales y
sin educación musical surge en oposición a la llamada ‘música
culta o clásica’. 
• Ha desarrollado variantes que cambian de forma gradual (quizá
más allá de lo reconocible) y coexisten en muchas formas. 
• Dado que son muchas las personas que participan en  la
determinación de la forma de una canción, este proceso se
llama recreación colectiva.
• La música folclórica suele recibir también influencia de la
música culta y de la popular de los centros más cercanos
(ciudades). 
• A menudo funciona como una especie de remanso cultural que
conserva, durante largos periodos, las características de una
forma musical más antigua.
• También puede definirse como la música con la que las
minorías étnicas se sienten identificadas. 
• Es no institucionalizada pues suele florecer fuera  de
instituciones, como las escuelas, las iglesias, las industrias
culturales.
• Es un fenómeno localizado, circunscrito a un ámbito geográfico

reducido y homogéneo culturalmente


Como podemos apreciar en un mero ejercicio mecánico, la música
vallenata en sus actuales circunstancias de producción, circulación,
distribución, uso y consumo está lejos de ser un producto musical
localizado, revelador de pertenencia étnica, anónimo, está desligado
de funciones culturales distintas  al esparcimiento, y su circulación va
más de la mano de los medios de comunicación que de la oralidad,
para solo señalar algunos aspectos.  Si tomamos estas características
tendríamos que el Caribe colombiano, expresiones como el chicote de
los indígenas de la sierra nevada de Santa Marta en su variedad
ritual, el jayeechi o canto oral de los wayuú y el  lumbalú o canto
funerario de los palenqueros serían claros ejemplos de músicas
folclóricas.    

La academia por mucho tiempo miró con recelo y soslayo este tipo de
música al que consideraba ligera, de poco valor estético y poco
resistente a un estudio riguroso.  Solo hacia los 70´s emerge la
Musicología Popular en Latinoamérica y el hemisferio Norte y se
tomaría seriamente las músicas populares como objeto de estudio.
Juan Pablo González (2001) ex presidente de la Rama
Latinoamericana de la Internacional Association  for study of Popular
Music (IASPM)  reconoce que veinte años más tarde, este campo para
el  estudio de la música popular   ya se ha consolidado con  tres
congresos interdisciplinarios sobre el tema y demuestra  la
importancia de un “campo de estudio que durante años fue tierra de
nadie y que hoy parece ser tierra de todos” (P.58)
Sobre lo que  se entiende por música popular, no existe una exclusiva
y única definición, sino que, más bien, un conjunto de
aproximaciones que permiten conformar una definición más precisa
que valore la riqueza y variedad de la música popular. Según el
investigador musical chileno Santiago Aránguiz Pinto (2006)  la visión
de la academia no será la misma que la de los propios creadores o
ejecutores de este género musical. “Por lo general, la academia ha
mirado con recelo, sospecha e indiferencia a la música popular, entre
otras razones, por su carácter masivo, híbrido, pues cultiva un
repertorio musical simple y efímero, carente de prestigio, "ordinario",
impuro, sin valor, indigno para presentarse en escenarios sociales
cultos o intelectuales”. Despectivamente, a esta música se le llamó,
en distintas oportunidades, música "de consumo", "comercial" o de
"masas", negando, por consiguiente, cualquier aporte estético o
artístico que pudiera tener. 
Las condiciones que más parecen distinguir este tipo de  música  de
la culta y folclórica son  la de circunscribirse a la ajetreada vorágine
urbana y, por otra parte,  vincularse a los medios de comunicación y
a la sociedad de masas. Corresponde a un tipo de música
mediatizada, masiva  e influida por lo  moderno, alimentada de la
aparición de la industria cultural, los avances tecnológicos, la
publicidad, el surgimiento, validación y divulgación del disco, la radio
y el cine. “No es posible, por lo tanto, comprender la música popular
sin la presencia de estos factores, puesto que son  ellos quienes
orientan, norman y definen qué se entiende por música popular”.
(ARÁNGUIZ. IBID) 

Una más completa caracterización de la música popular que recoja
atributos señalados por diversos musicólogos e investigadores  como
Carlos Vega (Argentina), Santiago Aránguiz y Juan Pablo González
(Chile), Olavo Olén (Cuba),  Silvia Martínez (Cuba) y aportes de este
servidor se desglosa a continuación. La música popular es, entonces:

• Básicamente urbana (en la orientación de su producción y en su
audiencia),
• Interpretada fundamentalmente por profesionales o
aficionados, con o sin  una consciencia intelectual de su trabajo
• Difundida principalmente a través de los medios de
comunicación de masas y las industrias discográficas:
mediatizada en las relaciones música/público y no cara a cara 
• Sus elementos son fácilmente trasladados a los medios de
difusión masiva lo que puede aislar sus componentes musicales
de los comportamientos sociales donde se manifiestan 
• Es producida y consumida por masas, llega a globalizar
sensibilidades locales y crear alianzas suprasociales y 
supranacionales (González, 2001) 
• Es  un tipo de música  creada para ser  vendida 
• Funcionalmente están más consagradas al esparcimiento y al
espectáculo (parranda, caseta, concierto, discoteca, festival por
ejemplo)
• Su integración social se debe a que está directamente ligada al
baile, a la expresión de sentimientos, al perfilamiento de la
juventud como instancia nueva que comienza a tener su propia
cultura, diferente a la  de otras edades y a la posibilidad de
acompañar casi todas las actividades humanas (música de
"fondo", como se dice).
• El medio instrumental básico es la orquesta, banda,  combo o 
conjunto  con o sin voces
• Se comercializan (objeto de consumo) a través de vías muy
concretas y se difunden gracias a los medios de comunicación
de masas. En forma de impresos (partituras y cancioneros),
grabaciones (discos, cintas, películas) y emisiones (radio,
televisión, sistemas de megafonía),  y por ello es  fácilmente
reproducible
• Es música moderna en cuanto por su relación con la tecnología,
las industrias culturales y las comunicaciones
• Está sometida a cambios y permanentes readecuaciones  
• Conserva ciertas características de la música folclórica.


Por su parte, al margen de la música clásica occidental, el
etnomusicólogo español Ramón  Pelinski (1997) distingue tres tipos
de  músicas: las  étnicas, tradicionales o territorializadas (música
indígena o negra como el chicote o el lumbalú)  en primer lugar;   las
músicas populares, masivas y de gran difusión comercial (como el
vallenato, la salsa o el merengue) en segundo lugar, y sitúa entre las
dos anteriores las músicas de fusión, desterritorializadas y posétnicas
(son las llamadas World Music, World beat, Etbnopop, New Age, Sono
mondiale y habría que incluir hoy el rock, el pop  y el Chill out). Éstas
últimas “son músicas -y prácticas musicales- que nacen de la
hibridación de estilos musicales (étnicos) del Tercer mundo con las
músicas afro-americanas de difusión masiva, (o también, con un poco
de suerte, de la fusión de músicas regionales europeas con otras
músicas). Estas músicas híbridas son las que  tratan de combinar el
sentido para las diferencias musicales del mundo con “el sentido para
lo igual”, son una  producción mestiza sin el aura  de unicidad
territorializada.

Volviendo al  concepto de música popular, este recibe en algunos
sectores académicos la denominación de mesomúsica,  un término
propuesto por el músico e investigador argentino Carlos Vega en la II
Conferencia Interamericana de Musicología celebrada en
Bloomington, en abril de 1965,  y que sería incorporado en 1992 a
prestigiosas enciclopedias como la EPMOW (Encycloped of popular
music of the World). Para Vega  la mesomúsica es el conjunto de
creaciones funcionalmente consagradas al esparcimiento (melodías
con o sin texto), a la danza de salón, a los espectáculos, a las
ceremonias, actos, clases, juegos; adoptadas o aceptadas por los
oyentes de las naciones culturalmente modernas. Según esto  la
mesomúsica no es una música definitivamente occidental sino una
"música común", pueden existir focos excéntricos con dispersión por
extensas  áreas. 

”La mesomúsica, entonces, convive en los espíritus  de los grupos
urbanos al lado de la "música culta" y participa en la vida de los
grupos rurales al lado de la música folklórica” (1997)
En lo que respecta a sus características propiamente musicales Vega
señala que la mesomúsica en conjunto, es técnica y  estéticamente
conservadora. Reproduce en sus repertorios hasta hoy giros
melódicos y armonías de hace por lo menos siete siglos, recoge
influencias posteriores y acepta elementos primitivos y modernos. 
”Sus expresiones son melodías acompañadas mediante  recursos
armónicos no experimentales o avanzados, sino modernos vigentes o,
más generalmente, por sencilla armonía elemental, muchas veces
empírica. (…) La tonalidad de la mesomúsica abarca todos los modos
mayores y menores occidentales. La base rítmica de la mesomúsica
es el pie occidental (no los modos rítmicos), en sus dos formas (pie
binario, pie ternario) y en todas sus fórmulas”(IBID).

El musicólogo cubano Olavo Alén Rodríguez (2004: 2) nos ayuda a
esclarecer la importancia del uso como criterio para categorizar una
expresión musical como popular o no: “La ubicación  de un son, un
merengue, un calipso o una cumbia en uno u otro contexto [folclórico
o popular], está dado muchas veces simplemente por la función que
en ese momento está cumpliendo la música y no por una
diferenciación real de su modo de interpretación”.  

Según esto, el uso que hoy se hace de la música vallenata confiere
unos atributos que la hace categorizar como música  popular 
independientemente de su pertinencia étnica, su vinculación a  una
tradición o su sustrato campesino, cada vez más invisibilizado. La
música vallenata en la actualidad se hace para ser vendida, circula a
través de los medios y las industrias culturales, es cada vez más 
desanclada y transnacional; surge de prácticas locales como de
sucesivas apropiaciones, cooptaciones, modificaciones y
resignificaciones de influencias externas por lo que no conoce de
delimitaciones locales o nacionales  sino más bien lo contrario, esta
se muestra receptiva y en constante readecuación (como en caso de
la variedad de vallenato que se hace en México).

Hoy tenemos que reconocer un vallenato menos oral,   cuyas
creaciones no son anónimas, que dejó de ser no institucionalizado
desde que la industria cultural, los medios, los festivales y las
escuelas de formación deciden y participan en su producción,
divulgación y consumo. El vallenato actual es más urbano, masivo,
ligero,   comercializable e híbrido  aunque siga ligado a la tradición.
Por esta razón, el debate sobre la necesidad de “defender el folclor”
debe ser superado porque esta expresión es  música  popular 
tradicional y como tal está sujeta a circunstancias ajenas al territorio
en el que nacieron y se inscribe en un universo pragmático amplio
que lo resemantiza. 

Ahora bien, el vallenato es popular porque como lo  precisa  García
Canclini (2007)  “lo popular no es el resultado de las tradiciones, ni
de la personalidad "espiritual" de cada pueblo, ni  se define por su
carácter manual, artesanal, oral, en suma premoderno”  sino que “se
constituye a partir de los medios electrónicos, no es resultado de las
diferencias locales sino de la acción homogeneizadora de la industria
cultural”. Tales asertos de Canclini se fundamentan en el enfoque
gramsciano que  surge como respuesta ante la caducidad de las
concepciones esencialistas de la cultura popular. El enfoque sostiene
que  lo popular no se definiría a por su origen o sus tradiciones, sino
por su posición, la que construye frente a lo hegemónico. 
Pero su carácter actual masivo y mediático no hace que el vallenato
pierda su condición de tradicional. Pero Raymond Williams (Citado por
DÍAZ, Claudio) expresa que la tradición no constituye una esencia ni
una continuidad evidente con el pasado, sino más bien una
construcción discursiva cuya función consiste en  legitimar aspectos
estéticos, ideológicos, éticos dominantes en el presente”.   (lo que se
llama  tradición selectiva que tuvo en auge desde los 50´s).  El
investigador musical cubano Olavo Alén Rodríguez (2004) explica que
para que una música sea tradicional debe ser “una abstracción que
surge después que existe una actividad concreta, producto de
expresiones desarrolladas históricamente”. El contenido musical
puede o no lograr interpelar a otros estableciendo  así una
comunicación estética. Esta manifestación musical en la medida en
que es aprobada por la comunidad en donde se creó genera un
código de comunicación estética: “Dado que este sistema de
comunicación  une, enlaza o estrecha aún más   los lazos de intereses
entre dos o más individuos, podemos encontrar en esta unión la
importancia de aquellas manifestaciones que alcanza la categoría de
tradicionales” (P.4) 

En la música vemos constantemente  como evolucionan o cambian
instrumentos, estilos, modos de hacer, pero permanecen algunos
básicos, anteriores, como elementos tradicionales,  aún pasados de
moda, en ambientes  donde la tradición se asienta.  Este proceso
también es  valorativo, perdurable,  medular. Cuando no conserva
ningún elemento antecedente se desarraiga hasta desconocerse. El
hilo conductor, el elemento identificativo estable es el que da vida y
razón de ser. Los elementos mutables, innovadores,  pueden llegar a
ser estables, o bien, desaparecer por  carecer de los valores que le 
hubieran  asegurado su permanencia. Otro factor importante será la
re-valoración de los elementos tradicionales que al retornar su uso 
se enriquecen con  algunos aportes asimilados en el trayecto que han
recorrido.
También habría de entender que el mismo concepto de tradición está
sujeto a la dimensión temporal que le confiere carácter mutable. 
Alén Rodríguez (P.3) sostiene que  las tradiciones  son formas de
proyectarse el hombre, que por su fuerza de arraigo en la sociedad
son capaces de rebasar en tiempo el valor de uso por el cual fueron
concebidas; “llegan así a alcanzar una nueva dimensión al transcurrir
la época que las engendró    y son entonces aceptadas en sí mismas
por las nuevas generaciones, quienes ya no tienen en cuenta su
antaño valor de uso  sino su actual valor cultural”. 

Una canción vallenata pudo haber sido compuesta por un vaquero
(canto de vaquería) como forma de animar sus faenas de corral pero
luego ser incorporada al repertorio masivo de la música popular
desvinculándose de su uso originario.  Que los nuevos consumidores
de música vallenata evidencien nuevas sensibilidades y estéticas,
sean más tolerantes a las fusiones y ecualizaciones y su gusto sea
transgenérico no lo desliga de una tradición musical que heredaron
de las generaciones adultas, el vallenato según esto es tanto
tradicional como popular.  

 Que el vallenato contemporáneo sea una expresión   pletórica  de
hibridismos, mayor  heterogeneidad rítmica, tímbrica y organológica
no evita que siga siendo tradicional. En estas nuevas propuestas se
articulan las nuevas generaciones, las sonoridades  de los   nuevos
tiempos  con la herencia musical pues  la tradición une no sólo a
diferentes individuos de  una misma colectividad, sino también a
individuos de diversas generaciones. Ella une a individuos que si bien
se corresponden en áreas geográficas, no coinciden en época de aquí
también su importancia histórica como elemento aglutinador, que
rompe las barreras de las épocas, para formar grupos a partir de
entidades específicas- por ejemplo nacionales o culturales- llegando
así a formar parte de la conciencia social de la población.   

El vallenato contemporáneo se hace música popular y a la vez
tradicional en la medida en que lo nuevo no constituye una ruptura
sin hilo de continuidad con lo viejo. Una de las características de las
músicas contemporáneas es su recurrencia al revival (reencauche se
suele decir en el argot vallenato) como forma de ligar los nuevos
sonidos (la nueva información musical) a lo ya naturalizado y
aceptado por la tradición.   Por lo general cada producción musical
vallenata  toma canciones viejas y las somete a nuevos arreglos,
retoma arreglos o estilos que ya una vez rindieron réditos en el gusto
popular.  En un concierto escuchamos fragmentos extragenéricos y
otros de fusión pero luego se recurre al ritmo característico del paseo,
son, merengue o puya para conectar el perfomance con lo ya
reconocido y legitimado como auténtico y tradicional. El musicólogo
Alén Rodríguez lo resume cuando expresa: “el tomar como punto de
partida las asociaciones con algo conocido es una de las formas más
eficaces  de comprender los elementos nuevos que pueden aparecer
vinculados a él” (P.5). 
Atrincherarse a ultranza para una deleznable   defensa,  rescate y la
conservación  de supuestas manifestaciones musicales folclóricas, 
puras, símbolos inequívocos de nuestras identidades  regionales le ha  
impedido a muchos investigadores de la música tradicional costeña
entender la pluralidad y la heterogeneidad  de las  producciones
culturales, así como la diversidad de formas en que la población
participa y resignifica la misma pluralidad de las  expresiones
culturales. Comenzar a analizar la música vallenata desde su
dimensión como música popular tradicional más que como
manifestación folclórica de seguro permitirá menos sesgos reductores
y más lecturas holísticas sobre la manera cómo nuestra música se ha
insertado en la identidad nacional y hasta internacional lo que es
entender el vallenato como proceso más que como producto.

1 comentario:

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